Cincuentenario de la Muerte del «Che Guevara»: 1967-2017: III

(«Hasta la victoria siempre ¡Patria o muerte!»)
Ángel Díaz Arenas

1.2.1. La muerte del «Che» en tres imágenes y episodios

            Sobre la muerte del Che, tema complejo y oscuro (¿quién le mató?), tal vez convenga consultarse la prensa, ver el nombre de Félix Rodríguez y mirar y escuchar el vídeo «Entrevista a Félix Rodríguez, el hombre que atrapó al “Che” Guevara»[1], documento que dice: “Félix Ismael Rodríguez Mendigutia, «Lázaro», (nacido en *1941 en La Habana, Cuba) es un anticastrista y exagente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, famoso por haber participado en la Invasión de Bahía de Cochinos, la caza de Ernesto Che Guevara en Bolivia. Él contó que la decisión de la CIA de mandarlo a Bolivia a matar al Che Guevara surgió inmediatamente después de que Régis Debray, confirmara la presencia de Guevara en el grupo guerrillero de Ñancahuazú. En junio se le ofreció la misión y el 1 de agosto ya estaba en La Paz bajo la identidad encubierta del empresario Félix Ramos, acompañado de otro agente cubano-estadounidense, Gustavo Villoldo. Se instaló en la zona de combate, torturó e interrogó a los prisioneros y fue quien envió al Batallón Ranger a la zona de La Higuera, donde finalmente capturaron a Guevara. Este militar cuenta: “Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: «Usted ha venido a matarme». Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: «¿Qué han dicho los otros?». Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: «¡Eran unos valientes!». Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. «¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!». Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto”. Parece ser que  el papel de Félix Rodríguez en las últimas horas de vida de Guevara y el posterior tratamiento del cadáver han sido decisivas. Él mismo escribió un informe para la CIA al respecto en 1975 y ha realizado numerosos reportajes al respecto”. Ésta es la muerte del Che en el papel; ahora veámosla en imágenes.
            Es evidente que en este caso, como en otros que veremos, se observa que sus documentos proceden de la prensa cotidiana y de los medios de comunicación normales y al acceso de cada ciudadano. Ahí radica su valor testimonial. Lo que pintan, calcan y reproducen no es un producto imaginario o altamente intelectual, sino el pan cotidiano de cada día. Es un realismo de máximo valor y sobre todo impregnado de ese matiz que razona el nombre del «Equipo»: «Crónica» cotidiana. Ésta es la razón del color original de la imagen. Y ahora veamos la muerte del Che en tres actos a los que podrían añadirse otros muchos (pero no deseamos caer en el sadismo):

1)  «Los impactos» [1967, Paradero desconocido (10)]:



Este acrílico sobre táblex, mide 100 x 100 cm., pertenece al «Período inicial» y la glosa de su imagen se halla en la página 67 (Lámina 88) del catálogo de Dalmace.[2] Esta obra blanco y negro muestra la imagen del cadáver del Che Guevara tal y como fue divulgada fotográficamente en la prensa internacional (pero invertiendo la perspectiva) y lleva una leyenda (ángulo superior derecho) que dice «El cadáver en Valle Grande, octubre de 1967»[3] ( [1967, La vida en rojo (11)]:



A éste se le ve acostado encima de unas angarillas para transportar heridos o cadáveres. Éstas están posadas sobre un lavadero (véanse el grifo y la goma) y él tiene la cabeza algo alzada por un bulto de ropas que forman como una pequeña almohada o cojín. Su cuerpo se estira diagonalmente hacia la derecha (desde la posición del espectador) en dirección a la parte anterior de la estancia donde se halla. Al fondo de ésta e inmediatamente detrás de su cabeza se encuentra un militar que tiene su mano derecha posada sobre la cabeza de la víctima y parece ser está hablando al público presente a su derecha (soldados y periodistas). El cuerpo del muerto tiene el tronco desnudo y se observa que sus ojos están abiertos e incluso sus labios medio abiertos parecen sonreír (véanse detalles –12/13-):



   

A la derecha de su cabeza y del militar hablante (desde nuestra posición) hay tres paisanos (el primero de ellos está inclinado algo hacia adelante, lleva gafas y no tiene corbata, el segundo tampoco lleva corbata y es de parecida estatura, mientras que el tercero más alto lleva corbata; éste está mirando hacia su izquierda, lugar donde se encuentra un segundo militar de rango que con el dedo índice de su mano derecha señala un orificio en el pecho del cadáver. A la izquierda del militar del fondo hay un soldado con un fusil en las manos, a su izquierda se adivina a un segundo, mientras que delante de ambos parece ser que hay un fotógrafo de espaldas y ejerciendo su labor.

            La escena presentada por «Crónica» es exactamente la misma sólo que cambian, debido a la perspectiva pictográfica, el punto de vista. El militar de la derecha ahora está a la izquierda, la mano que señala el orificio de bala tampoco es su derecha, sino su izquierda, etc. Incluso la posición del cadáver es otra: su cabeza está a la derecha del espectador y sus pies y piernas se estiran hacia la izquierda. En total y según el documento pictográfico están presentes en éste la víctima, dos militares y tres hombres vestidos de paisanos. En la imagen que muestra el artículo titulado, «¡Serénese, va a matar a un hombre!»[4], se le ve de perfil

2) «acostado de espaldas encima de unas angarillas» (14) [1997, El País]:



Su cabeza reposa sobre un bulto de ropas y está a la izquierda del espectador (desde la posición de éste). En esta imagen es el hombre paisano más pequeño y sin corbata quien le toca o señala un punto en la cabeza. Sin embargo, a su parte derecha se vislumbra algo del uniforme de un militar. Al paisano sin corbata sigue uno con ella y más alto (a quien ya conocemos) y después viene el militar que señala con el dedo índice de su mano derecha el orificio en el pecho del muerto. Más a la derecha de estos tres hay un fotógrafo fotografiando el cadáver y a la derecha de éste está un hombre sin corbata y con gafas (seguramente un periodista), quien no está presente en nuestra reproducción. Esta imagen corresponde parcialmente a la de los pintores, salvo el reportero y su acompañante. Ésta lleva una leyenda escrita que dice: «En la foto grande, el cadáver del Che Guevara. En la otra imagen, la reconstrucción de sus restos mortales». Más o menos esta misma fotografía (con algunas variantes) puede verse en «El Che asesinado» de L. Ogg.[5] Una

3) «imagen del cuerpo-cadáver del Che tomada desde arriba» (15) [1997, El País]






puede verse en el artículo de Patxo Unzueta titulado «El coraje de no disparar.»[6] Ésta misma, pero todavía de tamaño más grande y abarcando hasta la juntura de las piernas del muerto, está presente en las 126-127 del artículo de Cordt Schnibben: «Der linke Pop-Star»[7] (El Pop-Star de izquierdas). En ésta puede verse perfectamente el orificio provocado por una bala que el militar de rango ha señalado con el dedo índice de su derecha. Éste se halla directamente debajo de la tetilla izquierda del asesinado, proyectil que es probable que tocara su corazón. En su estado inicial y antes de ser lavado para presentársele más vistosa y espectacularmente su aspecto mortuorio es el siguiente (16/17):
   


Ésta fue su presencia inicial de muerto.

1.3. El «Che Guevara» y «San Bartolomé»

            Si leemos con atención las líneas escritas y contemplamos las imágenes referenciadas y mostradas hasta el presente, podemos decir que en este punto termina la historia física y humana del Che Guevara: Nacimiento, vida y muerte. Ésta cesa como hecho fisiológico e histórico, pero en ningún caso artístico, debido a que el «Equipo Crónica» introduce una obra puente y de simbiosis (cargada de significado) que se titula metafóricamente (18) «La noticia» [1966[8], Destruido]:



Esta «Noticia» es un acrílico sobre tabla, sus medidas dicen 120 x 140 cm., correspondiendo asimismo al «Período inicial»; su imagen blanco-negro está presente en la página 67 (Lámina 67) del catálogo de 2001. En esta obra se ve de perfil la parte superior del tronco y cabeza del Che. Éste figura más alzado que en las fotografías e interpinturas ya vistas y parece representar una elaboración más libre del cadáver. A su parte derecha (desde la perspectiva del espectador) se contempla a dos supuestos soldados que probablemente empujen o transporten la camilla o angarilla en la que reposa su cuerpo yacente y conducen su cadáver. Éstos, en el fondo, parecen ser representantes del grupo de militares presentes en la fotografía que ilustra el artículo de Eduardo Labarca titulado «<Apunten bien>, pidió el <Che> antes de morir»[9], imagen con la que clausuraremos este escrito sobre la vida y muerte del Che. Pero la parte central de este acrílico (donde confluyen las tres imágenes humanas) va ocupada por otra pintura (pintura en la pintura) que reproduce ni nada más ni nada menos que el «Martirio de San Felipe» también y particularmente llamado el (19) «Martirio de San Bartolomé» [1639, Museo Pitti de Florencia (Italia)] de José de Ribera -El Españoleto- (1591-1652):



Esta obra es un óleo sobre lienzo que mide 234 x 234 cm. y su copia puede contemplarse en la página 37 («Das Martyrium des hl. Bartholomäus») del libro de Liselotte Andersen, Barock und Rokoko[10], en la 201 del libro de Carlos Areán: La pintura española[11] y en las 200-201 del libro de F. J. Sánchez Cantón: Tesoros de la pintura en el Prado.[12] Su interpintura y calco son casi exactos, con una diferencia lógica que consiste en el cambio de posición de la imagen (recurso del espejo reflector). Sin embargo, aunque ignoremos completamente el motivo de la destrucción de esta «Noticia», es de pensar que presentar como un mártir en la España de 1967 a un revolucionario comunista y antifascista, seguro que no era bien visto por las autoridades del momento. Es evidente que una crítica latente está implícita en la pintura y su destrucción (voluntaria o no) refuerza esta opinión y justifica las razones. Recordemos (para poder contextuar correctamente algunas de las imágenes que siguen) que este apóstol, según la tradición y la versión del padre domínico Santiago de la Vorágine, fue desollado vivo por negarse a sacrificar a los dioses y propagar las doctrinas de Jesucristo. Es más, éste escribe en su Leyenda Dorada: «Bien pudo ocurrir que el santo apóstol fuese primeramente crucificado; luego, antes de morir, descolgado de la cruz y desollado vivo para hacerle sufrir más; y finalmente, estando todavía con vida, decapitado». El atributo de este santo es siempre un cuchillo, instrumento de su martirio.

[13]
            Y ahora recordemos que tal vez la presencia y ampliación de la imagen de «San Bartolomé» unida a la del Che Guevara en la obra del «Equipo Crónica» no sea tan ingenua y gratuita y posea un trasfondo más amplio de lo que pueda aparentar a primera vista. Y todo esto ligado a su aventura africana y las muertes que en dicho continente vivieron y sufrieron personajes como Patricio Lumumba: Éste «fue detenido (...) el 2 de diciembre por el ejército belga. Siempre con las órdenes de no intervenir, las tropas de la ONU[14] hicieron la vista gorda cuando lo torturaron brutalmente. Más tarde se supo que se mantuvo firme durante las largas sesiones de torturas y con la moral muy elevada. Lo llevaron primero a Kinshasa, a una prisión del ejército donde lo exhibieron ante los periodistas y diplomáticos. Durante el mes siguiente lo fueron pasando de un grupo títere a otro para que lo golpearan y torturaran. Al final lo llevaron a Katanga. Allí, en un descampado en medio de la oscura sábana, iluminado por las luces de los coches de la policía, el oficial belga Julien Gat cogió del brazo a Lumumba y lo llevó hacia un enorme árbol. El dirigente africano apenas podía caminar a causa de las torturas. Un escuadrón de ejecución formado por cuatro hombres y provisto de fusiles FAL belgas y revólveres Vigneron esperan, mientras que 20 soldados, policías, oficiales belgas y ministros katangueses observaban en silencio. El capitán belga dio la orden de disparar y una lluvia de balas acribillaron a Lumumba y a dos de sus antiguos ministros, Maurice Mpolo y Joseph Okito. Para encubrir la verdad, un equipo de policías belgas desenterró el cadáver y lo disolvió en el ácido sulfúrico que proporcionó una compañía minera.»[15] Y siguiendo esta línea de caricias veamos como terminó sus días Pierre Mulele: «Mulele se traslada a Brazzaville (Capital del Congo francés) para buscar apoyos exteriores a la guerrilla pero es traicionado y entregado a Kinshasa, junto con Teodoro Bengila, el 2 de octubre de 1968. En un campamento militar mabustista le van descuartizando en vida: le cortan la nariz, le extirpan los genitales, le amputan las extremidades, le arrancan la nariz, le sacan los ojos y, finalmente, arrojan sus restos, metidos en un saco, a las aguas del río Congo.» [16] Es evidente que eco de esta tragedia africana lo representa la imagen que se halla (desde nuestra posición de espectadores) a la derecha de la cabeza del Che situada centralmente en (20/21) «Algo pasa en el tercer mundo»:



 

En ésta se ve (anque algo borrosamente) a un africano de perfil, vestido con una camisa blanca de mangas cortas que parece llevar las manos atadas a su espalda. A su lado y haciéndole fondo hay otros dos compatriotas que parecen mirarle hostilmente y detrás de éstos hay varios soldados cubiertos con cascos. Es evidente que éste es una imagen denunciadora de Lumumba o bien de otros prisioneros que corrieron la misma suerte y fortuna. [17] Y ahora veamos la imagen inferior central en la que parece que (22/23) «San Bartolomé» tiende la mano izquierda a dos militares, uno debería ser Adolf Hitler (1889-1945), y el otro contextualmente podría ser perfectamente Francisco Franco (1892-1975):

   

            Insistimos en indicar que las cuatro obras de «Crónica» que tratan del cadáver del Che Guevara y que hemos visto hasta el momento son todas ellas blanco y negro y hacen eco de las reproducciones de prensa en las que se dio noticia de este caso y en las que «Crónica» se inspira, apoya y hace eco. Conviene también señalar que este color refuerza el sentido de duelo que esta muerte significó para los simpatizantes de la revolución cubana y adeptos al carisma poético e idealista del Che. Imagen de «San Bartolomé» cargada de significado (como acabamos de mostrar en el contexto africano) y que ellos integran metapictóricamente en su «Noticia» para reconstruir el destino del líder revolucionario cubano y su camino tortuoso y torturado hacia la muerte como ilustran, plasman y autopintan en su (24) «Desollado» [1973, Musée de Peinture de Grenoble (Francia)]:

Esta pintura es un acrílico sobre lienzo y marco, sus medidas señalan 140 x 140 cm., corresponde a la serie «Retratos, bodegones y paisajes, 1972-73» y su imagen está presente en la página 129 (Lámina 44) del catálogo de Tomás Llorens[18], en la 211 (Lámina 4) del catálogo razonado y en la 145 (parte superior derecha) de «Crónica-Habana». En ésta se ve al santo exactamente como le pinta Ribera, sólo que en esta imagen falta todo lo que le rodea en el lienzo original (los torturadores que tiran de las sogas, la barra de madera a la que están sujetadas sus muñecas, el madero vertical del sacrificio, el público, etc.) y éste viene suplido por un fondo oscuro, una bombilla que cuelga a su izquierda y por un costillar sangriento [digno de Francis Bacon (1909-1992)] que cuelga a su derecha y que, en el fondo, realmente representa una metáfora del suplico y la muerte sangrante como denuncia el mismo título: «Desollado». Véase en este contexto la obra de Bacon titulada (25) «Zweite Fassung ”Gemälde 1946”»[19] [1971, Museum Ludwig de Colonia (Köln, Alemania): Óleo sobre lienzo que mide 198 x 147,5 cm.]:

Véanse los costillares sangrientes que forman las ambas partes de esta «Segunda versión “Pintura 1946”». Pero estos torturadores que faltan y el marco general del suplicio [según José de Ribera -El Españoleto- (1591-1652)] vienen recuperados en (26) «Documento de identidad» [1971, Colección particular de Valencia]:


Éste es un acrílico sobre lienzo, sus medidas dicen 90 x 100 cm., pertenece a la serie «Autopsia de un oficio» y su imagen puede contemplarse en la página 140 (Lámina 24) del catálogo razonado y también en la 145 (a la izquierda de «Desollado») de «C-H». Pero aunque el cuadro original sólo en parte esté interpintado en éste, lo importante es que en su superficie central derecha hay reproducido un D.N.I.[20] que acredita que el torturado es un ciudadano español (véase la fotografía de «San Bartolomé») y que esto ocurre en el contexto histórico y temporal del año 1971. Esta misma obra ya la había recuperado precedentemente el «Equipo Crónica»[21] en (27) «El suplicio» [1969, IVAM Institut Valencià d’Art Modern de Valencia]:

Esta serigrafía ha sido realizada de dos maneras: 1) mancha 63 x 45 cm. y 2) papel 75,8 x 56 cm. Ésta ha sido compuesta con 7 colores y consta de una tirada de 75 ejemplares, editados por sus autores y está presente en gran formato y muy buena calidad en la página 144 (Lámina 12) de «C-H» y en las páginas (faltas de numeración) de Crónica de una década 1965 - 1975.[22] Este calco lleva un escrito en su parte superior que dice (las cursivas nos pertenecen): «El emir contempla el suplicio». Después sigue la escena que ya conocemos, aunque con el personaje en posición invertida, quien grita «¡Ag!» (recurso de los tebeos y cómics infantiles), mientras que el emir (vestido como le corresponde y látigo en la mano izquierda) con los puños apoyados en su cintura contempla el suplicio y al torturado. Es más, éste es portador de una media luna en el pecho que podría indicar Turquía. En la parte central del fondo (formado por un muro con grandes piedras rectangulares) está presente el verdugo de busto desnudo y cabeza rapada. Es una escena de tortura típica de tantas películas de moros y cristianos, pero cargada de un cierto trasfondo histórico español. Ya hemos visto la denuncia latente, aunque implícita, de «Documento de identidad». Y recordemos que la Guerra Civil de España (1936-1939) partió, en parte, del norte de África (Tetuán). A los tres calcos ya presentados y para redondear el cuadro conviene añadirse un cuarto que se titula (28) «¿Sadismo?» [1968, Paradero desconocido]:


Éste es un acrílico sobre lienzo que mide 100 x 90 cm., perteneciendo a la serie «La recuperación». Su imagen blanco y negro puede contemplarse en la página 599 de Dalmace y en la 145 (segunda imagen de la derecha) de «Crónica-Habana». Lo relevante y lo que diferencia a ésta de las otras vistas es que el martirizado, a pesar de colgar en la misma posición que en «El suplicio», tiene una cuchillada sangrante en la parte izquierda de su pecho (recordemos la de Cristo víctima y mártir) y la navaja de afeitar utilizada luce abierta en un círculo blanco situado en el fondo del acrílico, aparentando ser un sol o luna. Siguiendo (como colofón) a estas cuatro obras y secuencias del final trágico de una movida y corta vida -«Desollado», «Documento de identidad», «Suplicio» y «¿Sadismo?»- (29) «La muerte del Che» [1968, Colección particular de Zaragoza]:

Esta «Muerte» es un acrílico sobre tabla, sus medidas dicen 35 x 48 cm., pertenece a la serie «La recuperación, 1967-69» y su imagen colorida y muy bella está presente en la página 82 (Lámina 9) del catálogo de Dalmace. En esta pintura invertida y fragmentada reza el cadáver del Che tal y como ya lo vemos en la (30) «fotografía que figura en el artículo de Eduardo Labarca»[23] [1967, El Siglo]:


La leyenda que ésta lleva escrita en su parte inferior dice: «PORTANDO todavía una casaca (<chamarra>) y el pantalón con el que fue exhibido a la prensa internacional, el cadáver del <Che> Guevara aparece aquí en la única fotografía tomada en la localidad de Higueras, antes de ser trasladado en helicóptero a Valle Grande, en la tarde del lunes 9 de octubre de 1967.[24] La casaca y el pantalón no presentaban perforaciones, lo que prueba que después de ser asesinado le cambiaron la ropa al cadáver» (véase un detalle de este transporte –31-):


En ésta se le ve de perfil y con la parte superior de su cuerpo cubierta con una camisa oscura y parece reposar sobre algo así como una camilla o andas para transportar heridos, enfermos y muertos. Ya no está en la habitación de la escuelita donde estaba, sino que parece reposar al aire libre. Detrás de él hay un grupo de ocho militares que posan para el fotógrafo, teniendo como primer plano el cadáver acostado del Che. En esta obra el «Equipo Crónica» le rodea de flores y le sitúa en un paisaje tropical como merece la parte final de una vida joven, 39 años (1928-1967), e idealizada, pero no piense el lector que este paisaje pertenece principalmente a su pincel, sino que éste proviene de una obra muy precisa del pincel Henri Rousseau (1844-1910), denominado (32) «Le Douanier»,  que se titula  «Le réve» [1910, Museum of Modern Art de New York]:

La fecha y hora exactas de su muerte[25] las comunica Labarca en la página 7 de su artículo del 23 de octubre:

                        El Che fue herido en la pierna en la quebrada de Yuro, próxima al Río Grande en la zona de Alto Seco, el domingo 8 a las 15 horas. Murió el lunes 9, en Higueras, a las 13 horas. De allí fue trasladado a Valle Grande, envuelto en una lona y amarrado fuera de la cabina al esquí derecho del helicóptero, tripulado por el mayor Niño Guzmán.

Todos sus haberes (pesos bolivianos, dólares americanos y canadienses, su pluma estilográfica Parker, dos relojes de pulsera, su anillo, su carabina de combate, etc.) le fueron robados, excepto sus mocasines que estaban tan deteriorados que nadie los quiso. No cabe la menor duda que su grito de protesta, su último grito, su YO ACUSO[26], lo plasma perfectamente Manolo Valdés en su silencioso «Sin título»[27] [1969, Destruido: pág. 601 del catálogo de Dalmace: Acrílico sobre tabla de 200 x 400 cm., perteneciendo a la serie (33) «La recuperación»]:


En éste sólo se ve la cabeza de «San Bartolomé» rodeada de micrófonos de periodistas que quieren saber e informan sobre su destino de Santo torturado y también de Guerrillero sacrificado y que ahora muchos conocemos. Siendo así que él cuenta a los periodistas y nos cuenta lo que acabamos de decir (escribir) y también les explica y nos explica cómo y por qué se ha desdoblado en e identificado con el destino del Che Guevara.







[1] «Entrevista a Félix Rodríguez, el hombre que atrapó al “Che” Guevara», en: www.youtube.com/w atch?v=jDS9yDLg3MI.
[2] Michèle Dalmace: Equipo Crónica, (Valencia, 2001). Catálogo razonado a cargo de Michèle Dalmace. IVAM (Institut Valencià d’Art Modern); véase Equipo Crónica. Catalogación Obra Gráfica y Múltiples (1965/1982), (Bilbao, 1988). Coordinadora Michèle Dalmace-Rognon. Museo de Bellas Artes de Bilbao.
[3] Véase el material fotográfico presente en el libro de Jorge G. Castañeda: La vida en rojo. Una Biografía del Che Guevara, (Madrid, 41998). Santillana, S.A, asimismo presente en la página 194 de «Der Mythos lebt» de A. Fink y S. Zistl: «Che Guevara: Der Mythos lebt», en: Focus, Nº 39, op.cit, págs. 194-197.
[4] Juan Jesús Aznárez: «¡Serénese, va a matar a un hombre!», en: El País, (Madrid, domingo 13 de julio de 1997), pág. 12.
[5] L. Ogg (Realizador): «El Che asesinado», en: Crónica del siglo XX, op.cit., pág. 995.
[6] Patxo Unzueta: «El coraje de no disparar», en: El País, (Madrid, jueves 9 de octubre de 1997), pág. 22.
[7] Cordt Schnibben: «Der linke Pop-Star», en: Der Spiegel 38, (Hamburg, 1996), págs. 124-150.
[8] El Che Guevara murió en 1967 (volveremos sobre el tema), lo que significa que esta anualidad de 1966 (con intención o sin ella) no es la correcta. Es más, esta «Noticia» reza en la misma página que «Guerrilleros» y «Los impactos» y estos dos últimos llevan la anualidad de 1967.
[9] Eduardo Labarca (Santiago de Chile, *1938): «<Apunten bien>, pidió el <Che> antes de morir», en: El Siglo, (Lima, lunes 23 de octubre de 1967), pág. 7. Eduardo Labarca comunica al que escribe estas líneas con fecha del 20 de octubre de 1997: «Yo viajé a Bolivia como corresponsal y publiqué mis reportajes en Chile. Podrías agregar que el 23 de octubre de 1967 yo publiqué la primera versión que se conoció en el mundo sobre la hora y la forma en que mataron al Che al día siguiente de haberlo capturado con heridas de poca gravedad. Hasta el momento la versión oficial hablaba de muerte debida a las heridas del combate, contradecida sólo por rumores. Saludos. Eduardo». Este escrito tuvo como motivo hacer un acto conjunto para recordar los «30 años del asesinato del Che», lo mismo que el presente en estas páginas alude a los 50 de su muerte.
[10] Liselotte Andersen: Barock und Rokoko, (Baden-Baden, 1969). Holle Verlag.
[11] Carlos Areán (Vigo, Pontevedra, *1921): La pintura española. De Altamira al siglo XX, (Madrid, 1971). Ediciones Giner.
[12] F. J. Sánchez Cantón (1891-1971): Tesoros de la pintura en el Prado, (Madrid, 1962). Ediciones Daimón.
[13] Sin embargo, parece ser que la imagen de este cuadro representa realmente el «Martirio de San Felipe», santo preferido de Felipe IV (1604-1664) que fue crucificado y atado con cuerdas. La pintura parece ser que fue un encargo del Monarca y es sin duda (según la crítica especializada) uno de los cuadros en los que su autor más se esmeró.
[14] Organización de las Naciones Unidas.
[15] Véase «Biografía de Patricio Lumumba [1925-1961]», en: http://www.antorcha.org/galeria/ lumum.htm, págs. 1-6, pág. 4.
[16] «Patricio Emery Lumumba: De África para el mundo más vigente que nunca», en: En contra del arte de la mentira, Año 2. http://encontrarte.aporrea.org/teoria/perfiles/30/, págs. 1-15, pág. 6.
[17] Sin desplazarnos a África y esto desde el país (aparentemente) más democrático de Europa (Suiza) leamos algo de lo que la prensa muniquesa y bávara denunciaba hace algún tiempo, bajo el título «Ataque neonazi a brasiliana»: «ZÜRICH: Tres neonazis han atacado a una brasiliana en Zürich y la han maltratado de tal modo que abortó los mellizos que esperaba. Además la tatuaron en los muslos con un cuchillo las letras <SVP> (Partido Popular Suizo)». Véase «Neonazi-Angriff auf Brasilianerin», en: Abendzeitung, (Múnich, viernes 13 de febrero de 2009), pág. 6.
[18] Tomàs Llorens (Comisario): Equipo Crónica 1965-1981, (Madrid, 1989). Ministerio de Cultura.
[19] Véase a Wieland Schmidt: «Zweite Fassung ”Gemälde 1946”», en: Francis Bacon. Das Bewußtsein der Gewalt, (München, 1996), Figura 5, pág. 198 (informaciones). Prestel Verlag.
[20] Documento Nacional de Identidad.
[21] Véase Equipo Crónica. Catalogación Obra Gráfica y Múltiples (1965/1982), (Bilbao, 1988). Coordinadora Michèle Dalmace-Rognon. Museo de Bellas Artes de Bilbao.
[22] Crónica de una década 1965 - 1975: Doroteo Arnáiz, Rafael Canogar, Equipo Crónica, Juan Genovés, (A Coruña, 1988). Editorial Diputación Provincial.
[23] Eduardo Labarca: «La Garra Gorila sobre el Altiplano», en: El Siglo, (Lima, sábado 28 de octubre de 1967), pág. 7. También está presente en la página 194 de «Der Mythos lebt».
[24] La prensa del momento comentó: «La tarde del 9 de octubre el cuerpo del Che Guevara fue llevado en helicóptero a Vallegrande y fue colocado en el lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, donde permaneció en exhibición pública durante ese día y todo el día siguiente, inyectándosele gran cantidad de formaldehído para evitar la descomposición».
[25] Sobre esta muerte trágica que conmovió al mundo e hizo inolvidable a la víctima puede leerse el artículo de Alberto Amato: «Las últimas horas del Che», en: Ecos de España y Latinoamérica, Nº 10, (Múnich, octubre de 1997), págs. 60-61.
[26] El artículo de A. Fink y S. Zistl («Che Guevara: Der Mythos lebt») informa en su página 196 que siete de sus verdugos y asesinos bolivianos aparecieron asesinados poco tiempo después de su muerte.
[27] La parte superior de este «Sin título» la forma la cabeza de «San Bartolomé», pero debajo de ésta hay una franja amplia en cuya esquina superior izquierda está escrito «Autor» debajo y en el centro «MANUEL VALDÉS» y en la parte inferior «Patrocinado por el Excmo. Ayuntamiento de Barcelona.» Esto quiere decir que este cartel anunció un acto o bien exposición en Barcelona.