En Canarias todos votamos igual por Domingo Fuentes Curbelo
24 de julio de 2015 (19:02 h.)
Si bien es cierto que los ciudadanos de las islas más pobladas del
Archipiélago canario —Tenerife y Gran Canaria— necesitan unos 45.000 votos para
elegir 1 diputado; y que basta entre 1.500 y 4.000 votos para ser elegido en
las islas no capitalinas, no es menos cierto que el porcentaje para obtener un diputado en cada una de las islas es el mismo.
Lo que ocurre es que las organizaciones políticas no están
implantadas por igual en todas las islas, y lo que es peor, algunos que
aspiran a obtener representación parlamentaria centran sus campañas en las
islas centrales y se olvidan de las no capitalinas. Un diputado en El Hierro,
por poner un ejemplo, le cuesta igual al PSOE, al PP, a CC, a NC, a Podemos o a
Ciudadanos.
Quiero decir que, con el sistema vigente, no se vulnera el principio de igualdad, como subraya el Tribunal Constitucional
en su sentencia sobre la última reforma del sistema electoral canario.
Es cierto que el Sistema electoral canario da la mitad del Parlamento —30
diputados— a una minoría poblacional del 17% —350.000 habitantes—. Pero es
rotundamente falso que esa minoría tenga la misma capacidad de decisión que el 32% restante—1.800.000 habitantes—.
Nunca en la historia de la Autonomía se han unido los diputados de
las 5 islas no capitalinas para bloquear unos Presupuestos Generales de la
Comunidad Autónoma, ni para frenar ninguna inversión en Gran Canaria o
Tenerife.
Más bien al contrario, han respetado los equilibrios
territoriales y han hecho gala de una solidaridad, que es
directamente proporcional al desprecio que siente la burguesía de las
islas centrales por lo que llaman sin pudor «las islas menores». En todo caso, los
diputados de alguna isla no capitalina han tenido que ejercer, en contadas
ocasiones, una minoría de bloqueo —es difícil unir a dos tercios de los
diputados de una isla requeridos, por la diferente adscripción ideológica de
cada uno de ellos— para defender las inversiones en sus islas correspondientes.
Es cierto que Canarias encabeza,
como asegura el movimiento por el cambio electoral, los peores índices de España y de la Unión Europea de lo que debería avergonzarnos: pobreza, exclusión
social, fracaso escolar, sanidad, desempleo... Pero eso no tiene nada que ver con la representación parlamentaria. En todo caso este es
un problema estructural de la sociedad canaria, y de mala gestión de los Gobiernos de turno. Acabar con el atraso no se consigue cambiando el sistema de
elección de representantes para el Parlamento, sino gestionando mejor los recursos de todos los
ciudadanos de las ocho islas habitadas.
Muchas veces hemos escuchado que en Canarias el que pierde es el que gobierna. Aunque el partido que actualmente preside Canarias, lleva veintidós años en el Gobierno, nada ha impedido el acceso al
Parlamento de las demás fuerzas
políticas en igualdad de condiciones.
Actualmente hay cinco partidos políticos
con representación parlamentaria: PSOE,
CC, PP, Podemos y NC. Lo que permite que no gobierne el partido más votado,
o el que más diputados obtiene, o que un partido se perpetúe tantos años en el
poder es la incapacidad de las demás
fuerzas políticas para sumar una mayoría estable de 31 o más diputados. No es el sistema electoral.
Si consideran que NO PUEDE SER
que —de un total de 60— 10.000 habitantes de El Hierro elijan 3 escaños; que los 22.000 habitantes de la isla de
La Gomera elijan 4 diputados; que
los 85.000 habitantes de La Palma
elijan 8 parlamentarios; que los 110.000 habitantes de Fuerteventura elijan a 7 representantes; o que los 140.000 habitantes
de Lanzarote elijan 8 puestos, QUE VENGAN A CONTARNOSLO. Pero deben saber que tenemos la convicción
de que nuestro voto no vale más que
el de otro canario: VALE LO MISMO.
Las islas no capitalinas no pensamos
renunciar al sistema de reparto de escaños, ni al peso que tenemos en el
Parlamento. Es cuestión de supervivencia.
¿Algún ingenuo olvida lo que sucedió en
el pasado? La burguesía de las islas centrales, que es egoísta a más no
poder, nos condenó al olvido y al
ostracismo.
En las primeros siglos después de la Conquista ejercieron el
control absoluto de las islas periféricas a través de sus medianeros y albaceas. En la última mitad del siglo XIX, lo hicieron a través de la Diputación Provincial, con sede en Tenerife.
Y en el siglo pasado, parapetados detrás de las Mancomunidades Interprovinciales de Cabildos, donde se repartieron
el pastel, negándonos a las demás
islas el pan y la sal.
Por eso
llegamos hasta principios de los años 80 del siglo pasado sin infraestructuras
de ningún tipo. Después de la Autonomía es cuando hemos tenido escuelas, institutos, hospitales, centros de
salud, servicios sociales, archivos, bibliotecas, carreteras, puertos,
aeropuertos dignos, etc. Tengo la convicción de que, si el poder hubiera seguido
concentrado en Gran Canaria y Tenerife, las islas periféricas hubiéramos estado
igual que hace 33 años, es decir, en el olvido.
Afortunadamente, hemos sacado la cabeza del agua después
de que tenemos Estatuto de Autonomía y con el sistema electoral derivado de
este. Quienes aspiren a gobernar
Canarias tienen que tener muy claro que las islas no capitalinas no vamos a renunciar, bajo ningún concepto, a nuestra cuota de representación
porque, si lo hacemos, nos hunden de
nuevo en la miseria.
Por esta razón creo que la campaña
para la necesaria reforma del sistema electoral está muy mal enfocada, desde el prisma de los intereses de Tenerife y Gran
Canaria. No me siento concernido. Ni
creo que se sienta ningún habitante de una isla no capitalina.
El criterio poblacional no debe ser el
único a tener en cuenta en el sistema electoral, no es así en ninguna parte del mundo. Y menos en un archipiélago. Hay
que introducir criterios correctores de
solidaridad interterritorial y más aún en territorios fragmentados como es
nuestro caso. Tengo claro que en Canarias todos votamos igual.
Domingo F. Fuentes Curbelo
Soy canario, de la isla de Fuerteventura. Licenciado en Filología Inglesa. Socialista. Actualmente, senador por la Comunidad Autónoma de Canarias. He sido consejero y vicepresidente del Cabildo de Fuerteventura, y diputado del Parlamento de Canarias. Escribo en mis ratos libres y he publicado varios libros (novela y poesía).