La ciencia en Mesopotamia
20 de octubre de 2011 (03:40 h.)
Los astros tenían un lugar muy especial en la vida mesopotámica (Wikimedia Commons)
El comienzo de la civilización mesopotámica se remonta al año 4.000 a. C. A mediados del III milenio ya sabían utilizar los metales, y su civilización fue respetada, cuando no admirada, por Egipto y Grecia.
Muchas veces los historiadores vacilan en considerar como científicas las obras de compilación en la que los mesopotámicos acumularon numerosos conocimientos, tales como las listas de minerales o de vegetales, que apenas podrían ser consideradas como una primera etapa en la formación de las ciencias naturales.
Pero al menos en tres aspectos los mesopotámicos superaron el nivel de los conocimientos elementales y prácticos de la vida cotidiana, acercando a una sistematización de los conocimientos propia de las ciencia.
Los mesopotámicos son considerados como los fundadores de la astronomía.
Los hombres de Mesopotamia observaron el movimiento de los planetas y comprobaron que se encontraban siempre en una franja relativamente estrecha del cielo, que nosotros conocemos como la eclíptica.
Ellos fueron los que la dividieron esa franja del cielo en 12 regiones o signos: los signos del Zodíaco (que hoy dividimos en 13), cada uno de diferentes dimensiones y formas.
Además, observando el cielo, elaboraron numerosos catálogos celestes, donde figuraban las estrellas con sus distancias relativas.
Pero fue para obtener una determinación y medida del tiempo que se realizaron poco a poco observaciones más importantes basadas en los movimientos de la Luna y de los planetas.
Relacionaron el calendario lunar con sus fases y ciclos con el curso de las estaciones, regulado según el curso del Sol, la determinación del eclíptica (es decir, la órbita aparente del Sol).
Así, consiguieron determinar la duración del año solar con cuatro minutos de diferencia; es decir, el tiempo necesario para que el Sol (su movimiento aparente) se desplace siguiendo la eclíptica y vuelva a un punto dado.
Los mesopotámicos establecieron también una relación exacta entre los eclipses de Luna y sabían que estos pertenecían a un sistema cuya periodicidad era aproximadamente de 18 años. Además, calculaban las posiciones de Mercurio para todas las épocas, fuesen o no visibles sus “apariciones”.
Representaron a la Tierra como un disco que tenía un gran macizo montañoso en el centro. Alrededor de la Tierra había un océano, rodeado en el exterior por un sistema de montañas que sostenían la bóveda celeste.
De los sumerios, lo mesopotámicos conservaron un sistema de numeración a la vez sexagesimal y decimal. Utilizaban un sistema numérico pasado en el 60, con un signo que correspondía al cero, y podían calcular con bastante exactitud la superficie de los círculos y de los triángulos.
Numeración cuneiforme sexagesimal de Mesopotamia (Wiimedia Commons)
La utilización del número 0 habla de un importante desarrollo en la matemática abstracta, algo que no todas las civilizaciones antiguas conocieron.
Su notación numérica era bastante flexible, porque las cifras que figuraba en el interior de un mismo número podían tomar valor según su posición.
Por métodos muy empíricos habían logrado confeccionar extensas tablas que debían permitir la solución de operaciones hoy en día muy simplificadas, como las multiplicaciones y las divisiones, las elevaciones al cuadrado y al cubo, o hacer conversiones según las unidades de medida empleadas. Incluso podrían desarrollar ecuaciones de segundo grado.
Los juicios establecidos sobre el valor de la medicina mesopotámica muchas veces están determinados por el hecho de que esta disciplina se confundiera a veces con las técnicas y las prácticas de la magia.
Según la tradición, toda enfermedad era un efecto de la voluntad divina de herir al pecador. Por eso, para saber de qué mal se trataba e identificar al dios que lo había producido, se recurría al médico, que expulsaba los demonios causantes de todo el mal.
Sin embargo, pocas enfermedades eran consideradas de este tipo o de origen sobrenatural (por ejemplo, los dolores de cabeza, las enfermedades nerviosas y las parálisis). Los médicos eran capaces de observar los síntomas de la mayoría de las restantes enfermedades, formular un diagnóstico, prever la evolución, y administrar una solución terapéutica en base a sustancias minerales disueltas o trituradas.
En estas disciplinas, las más desarrolladas por los mesopotámicos, los esfuerzos no se solían proponer más que resultados efectivos, sin formular principios demasiado abstractos.
Cualesquiera que fueran los fenómenos que podían preocupar al hombre mesopotámico, siempre estaba convencido de que los dioses se manifestaban a través de esas apariencias.
Para él, la verdadera ciencia estaba integrada por enormes complicaciones adivinatorias que establecían las correspondencias entre la voluntad divina y su expresión simbólica en el mundo de los hombres.
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El comienzo de la civilización mesopotámica se remonta al año 4.000 a. C. A mediados del III milenio ya sabían utilizar los metales, y su civilización fue respetada, cuando no admirada, por Egipto y Grecia.
Muchas veces los historiadores vacilan en considerar como científicas las obras de compilación en la que los mesopotámicos acumularon numerosos conocimientos, tales como las listas de minerales o de vegetales, que apenas podrían ser consideradas como una primera etapa en la formación de las ciencias naturales.
Pero al menos en tres aspectos los mesopotámicos superaron el nivel de los conocimientos elementales y prácticos de la vida cotidiana, acercando a una sistematización de los conocimientos propia de las ciencia.
Los mesopotámicos son considerados como los fundadores de la astronomía.
Los hombres de Mesopotamia observaron el movimiento de los planetas y comprobaron que se encontraban siempre en una franja relativamente estrecha del cielo, que nosotros conocemos como la eclíptica.
Ellos fueron los que la dividieron esa franja del cielo en 12 regiones o signos: los signos del Zodíaco (que hoy dividimos en 13), cada uno de diferentes dimensiones y formas.
Además, observando el cielo, elaboraron numerosos catálogos celestes, donde figuraban las estrellas con sus distancias relativas.
Pero fue para obtener una determinación y medida del tiempo que se realizaron poco a poco observaciones más importantes basadas en los movimientos de la Luna y de los planetas.
Relacionaron el calendario lunar con sus fases y ciclos con el curso de las estaciones, regulado según el curso del Sol, la determinación del eclíptica (es decir, la órbita aparente del Sol).
Así, consiguieron determinar la duración del año solar con cuatro minutos de diferencia; es decir, el tiempo necesario para que el Sol (su movimiento aparente) se desplace siguiendo la eclíptica y vuelva a un punto dado.
Los mesopotámicos establecieron también una relación exacta entre los eclipses de Luna y sabían que estos pertenecían a un sistema cuya periodicidad era aproximadamente de 18 años. Además, calculaban las posiciones de Mercurio para todas las épocas, fuesen o no visibles sus “apariciones”.
Representaron a la Tierra como un disco que tenía un gran macizo montañoso en el centro. Alrededor de la Tierra había un océano, rodeado en el exterior por un sistema de montañas que sostenían la bóveda celeste.
De los sumerios, lo mesopotámicos conservaron un sistema de numeración a la vez sexagesimal y decimal. Utilizaban un sistema numérico pasado en el 60, con un signo que correspondía al cero, y podían calcular con bastante exactitud la superficie de los círculos y de los triángulos.
Numeración cuneiforme sexagesimal de Mesopotamia (Wiimedia Commons)
La utilización del número 0 habla de un importante desarrollo en la matemática abstracta, algo que no todas las civilizaciones antiguas conocieron.
Su notación numérica era bastante flexible, porque las cifras que figuraba en el interior de un mismo número podían tomar valor según su posición.
Por métodos muy empíricos habían logrado confeccionar extensas tablas que debían permitir la solución de operaciones hoy en día muy simplificadas, como las multiplicaciones y las divisiones, las elevaciones al cuadrado y al cubo, o hacer conversiones según las unidades de medida empleadas. Incluso podrían desarrollar ecuaciones de segundo grado.
Los juicios establecidos sobre el valor de la medicina mesopotámica muchas veces están determinados por el hecho de que esta disciplina se confundiera a veces con las técnicas y las prácticas de la magia.
Según la tradición, toda enfermedad era un efecto de la voluntad divina de herir al pecador. Por eso, para saber de qué mal se trataba e identificar al dios que lo había producido, se recurría al médico, que expulsaba los demonios causantes de todo el mal.
Sin embargo, pocas enfermedades eran consideradas de este tipo o de origen sobrenatural (por ejemplo, los dolores de cabeza, las enfermedades nerviosas y las parálisis). Los médicos eran capaces de observar los síntomas de la mayoría de las restantes enfermedades, formular un diagnóstico, prever la evolución, y administrar una solución terapéutica en base a sustancias minerales disueltas o trituradas.
En estas disciplinas, las más desarrolladas por los mesopotámicos, los esfuerzos no se solían proponer más que resultados efectivos, sin formular principios demasiado abstractos.
Cualesquiera que fueran los fenómenos que podían preocupar al hombre mesopotámico, siempre estaba convencido de que los dioses se manifestaban a través de esas apariencias.
Para él, la verdadera ciencia estaba integrada por enormes complicaciones adivinatorias que establecían las correspondencias entre la voluntad divina y su expresión simbólica en el mundo de los hombres.
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