Unión Europea : La Madre Del Cordero
30 de octubre de 2016 (15:17 h.)
Las
lecciones de la historia
· Se suele decir que si olvidamos la
historia, corremos el riesgo de repetirla. Observando la gestión que hace la
Unión Europea (U.E.) de los flujos migratorios de refugiados y de exiliados
económicos, da la impresión de que la Europa
de los 28 no tiene memoria histórica de lo que les sucedió a nuestros
antepasados, los romanos. Por eso, no es ocioso echar una mirada hacia la caída
del Imperio Romano y tender puentes entre el pretérito y lo que puede suceder
mañana o pasado mañana, si los políticos y burócratas de la U.E. no recuperan
la memoria histórica y no sacan las lecciones oportunas para no cometer los
mismos errores que los romanos. En efecto, estamos a punto de que la historia
se repita.
La caída
del Imperio Romano
· Entre los grandes imperios que en el
mundo han sido, el más importante, para el mundo occidental, fue sin duda el Imperio
Romano. Como todos sabemos, tuvo su origen en la expansión de su capital, Roma,
que progresivamente extendió su dominio sobre todas la tierras ribereñas del
que llamaron Mare Nostrum.
· Históricamente, se puede constatar que el
destino de los imperios coincide con lo que sucede a los seres vivos: nacen,
crecen, se reproducen y mueren. El Imperio Romano no escapó a esta ley. Su
caída-destrucción, como todo lo que acaece en este mundo, no obedeció a una
sola causa sino que fue el resultado de la convergencia de una serie de
causalidades. Entre otras, los
historiadores señalan la expansión del cristianismo, la pérdida de la divinidad
de los emperadores, la corrupción galopante, la crisis económica y social, el
apetito de poder de los generales y las guerras civiles, el éxodo rural, la
división del imperio tras la muerte de Teodosio en el 395 d. C., el desapego de
los romanos por la vida militar, etc.
· Ahora bien, la chispa que provocó su
caída anunciada fue la “barbarización”
de las legiones romanas. Ante la desafección por la vida militar de los
ciudadanos romanos, se confió la defensa de las fronteras del Imperio a
mercenarios, i.e. a las tribus bárbaras apostadas en las fronteras naturales
del mismo: las riberas del Rin y del Danubio. Estas legiones “barbarizadas” fueron las encargadas de
impedir la entrada en el Imperio de las tribus bárbaras situadas más allá de
sus fronteras. Sin embrago, estas legiones de mercenarios no tenían la disciplina
militar, ni disponían de los equipamientos militares necesarios, ni tampoco eran
leales a Roma, como las legiones prístinas. Y, ante la presión de los pueblos
bárbaros, pasó lo que se quería evitar: la invasión del Imperio y la destrucción
del mismo.
La
previsible caída de la Unión Europea
· Hoy, la Unión Europea se encuentra en la
misma encrucijada que el Imperio Romano en el s. III d. C. A sus puertas, en
sus fronteras, se encuentran, apostados y a la espera de poder entrar, cada vez
más millones de seres humanos (refugiados e inmigrantes). Éstos son atraídos
por el Estado de Bienestar del que disfrutamos los occidentales; pero, sobre
todo, están huyendo de la crisis económica de sus países, de la miseria, del
terror de la guerra y de una muerte segura (cf. Programa “Salvados” del 16.10.2016).
· Ante los intentos de estos seres humanos
desahuciados y desesperados por llegar a Occidente, la historia se repite y la
respuesta de la U.E. es análoga a la de los romanos ante el peligro de invasión
de los “bárbaros” (extranjeros para
los romanos). En efecto, la U.E., en vez de coger este morlaco por los cuernos,
se ha dedicado sólo a proteger y sellar sus fronteras, saltándose a la torera
tratados internacionales y sus valores fundacionales: dignidad humana,
libertad, igualdad, estado de derecho y respeto de los derechos humanos. Este
comportamiento denota, por parte de la U.E. ceguera y/o ausencia total de
empatía y/o amnesia interesada, etc. Para defenderse de los “nuevos bárbaros” e impermeabilizar sus
fronteras, la U.E. ha confiado la defensa de las mismas a tres gendarmes o
países mercenarios.
· Para las fronteras del este, a la que
llegan los refugiados sirios por la ruta del mar Egeo, la U.E. ha comprado los
servicios de un país tercero: Turquía. El pasado 18 de marzo de 2016, ésta
firmó un pacto con la U.E. por el que se comprometió a mantener en su
territorio a los más de 2,7 millones de sirios ya residentes en Turquía y a
impedir que los sirios que lleguen, en el futuro, abandonen sus fronteras. En
contrapartida, Turquía recibirá, para empezar, 6.000 millones de euros; por
otro lado, se le ha prometido que serán aceleradas las negociaciones para que
pueda formar parte de la Unión; además, se hará lo necesario para que los
turcos puedan acceder a la U.E. sin visado; la U.E. mirará también para otro
lado ante el deterioro de los derechos humanos y de las libertades en Turquía,
etc. Algunos analistas han tildado este acuerdo de “soborno” indecente por parte
de la U.E. y de “chantaje”
inaceptable, por parte del presidente Erdogan.
· Para los flujos de migrantes árabes y
subsaharianos, los gendarmes de la U.E. son principalmente dos países europeos:
Italia, que controla la ruta central del Mediterráneo (entre Libia-Italia) y
España, que es el filtro-tapón en la ruta occidental (entre Marruecos-España). Cada
año, en aguas del Mediterráneo, ambos países rescatan a decenas de miles de
inmigrantes o de refugiados y también a miles de náufragos, que perecieron en
el intento. Los náufragos vivos son internados y retenidos en
Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) o en Centros de Acogida de Refugiados (CAR).
Distintos nombres para designar una misma realidad, que algunos han calificado
de auténticas cárceles o campos de concentración. En efecto, los internos están
retenidos-detenidos, a la espera de lo que se hará con ellos (expulsión o
trámites muy lentos de regularización). Esto ha provocado protestas y actos
violentos por parte de los internados. Pensemos en los recientes motines en los
CIE de Aluche (Madrid) y de la Zona Franca (Barcelona) de los últimos días.
Pensemos también en el desmantelamiento del campo de refugiados “La Jungla” (Calais, Francia) y el
incendio en el campo de refugiados de Lebos (Grecia) de esta misma semana.
La madre del cordero
· La U.E., como Roma, pretende sellar sus fronteras para impedir la llegada de
refugiados e inmigrantes. Ahora bien, como reza el refrán, no se pueden poner
puertas al campo. Es tanta la miseria, es tanta la violencia, es tanto el
dolor, es tanta la desesperación,… de los que huyen, que la detención y el
internamiento en CARs o en CIEs y la expulsión de la U.E. nunca les
harán desistir de intentarlo una y otra vez. La experiencia de los últimos años
lo confirma: son cada vez más numerosos los que pretenden llegar a Occidente. Para
los inmigrantes políticos o económicos, la U.E. es la nueva arca de Noé
o la única tabla de salvación,
es el paraíso terrenal, es la tierra prometida “que mana leche y miel” (Éxodo
3:8). Sin embargo, para la casta política y los burócratas europeos, este
paraíso terrenal, que es nuestro Estado del Bienestar, está amenazado por los
flujos migratorios masivos.
· Es evidente que no se pueden abrir de par en par las fronteras. Por eso, habría
que gestionar racionalmente los flujos migratorios. Ahora bien, esto sólo no es
suficiente ni eficaz, si pensamos en el bienestar y la felicidad de todos (de
los europeos y de los inmigrantes). Para evitar las migraciones masivas, se
debería fijar la población en los países de origen. Y para esto, los países
ricos del primer mundo no pueden seguir, como hasta ahora, saqueando los
recursos de los países del llamado Tercer Mundo, saqueo que está en el origen
de la miseria, de los conflictos, de las guerras, de la violencia, que empuja a
los emigrantes a abandonar sus países.
· Por eso, podríamos afirmar que lo
que está sucediendo en las fronteras de la U.E. nos lo hemos ganado a pulso los
ciudadanos europeos con nuestro depredador Estado del Bienestar. Seguir erre
que erre por este camino es certificar el fin del sistema de vida occidental,
como en su día la presión de las oleadas de los pueblos bárbaros en las
fronteras del este del Imperio Romano fue el presagio del fin definitivo de un
estilo de vida, que no podía seguir sin ser compartido con otros pueblos. Como
ha afirmado un responsable subsahariano, los países del Tercer Mundo necesitan
una “segunda descolonización”, para
que acabe el expolio de sus riquezas, la esclavitud de sus poblaciones y las
migraciones masivas.
© Manuel I. Cabezas González
www.honrad.blogspot.com
28 de octubre de 2016