Crítica al Libro SENTIMIENTOS BAJO LA PIEL de Sebastián José Martín Yánez
15 de febrero de 2018 (11:54 h.)
Por
Ángel Díaz Arenas, filólogo
El que escribe estas líneas es un antípoda de las Islas
Canarias, ya que nació hace muchos años también en una zona atlántica, pero
–como dicho- lejana y antípoda de Canarias: Santander (Cantabria). Sin embargo,
entre tantas zonas vistas y visitadas en una larga y algo ajetreada vida
(Varadero, Punta Cana, Cancún, incluso playas de la oriental y lejana Taiwan)
fue a parar un día en Las Palmas de Gran Canaria. Y esto como celebración de
los cinco años de su hijo Daniel. Fue un viaje curioso e incluso con resultados
imprevistos: un libro cantando a ese pobre poeta tan olvidado no sólo en
Canarias, sino en la península e incluso en el mundo: Agustín Espinosa. Ocurrió
así porque en la zona residencial y de villas en que se hospedó con su esposa
(Birgit) y su único hijo (Daniel) conoció a un hijo de ese poeta tan olvidado,
a Joaquín Espinosa Boissier, que al saber que un servidor era y es filólogo
antes de despirnos me entregó su tarjeta de visita[1] y tres libros, dos de la autoría de
su ya muy difunto padre –Lancelot, 28º - 7º (edición de 1988[2]) y Crimen (edición de 1985[3]), más uno antológico y crítico de
Andrés Sánchez Robayna: Museo Atlántico (edición de 1983[4]). El producto de nuestra tarea dice
Agustín Espinosa: El primer Surrealista Español (Vida, destino y obra)[5], mostrando y aclarando sus
cubiertas lo siguiente:
Sin embargo, esta tarea no cesa
aquí, sino que abarca –mirando hacia el pasado histórico- a Miguel de Unamuno y su estadía (no nos engañemos, poco
vacacional y estival) en Fuerteventura, lo que hicimos en nuestra «“Casa-Museo Unamuno (Fuerteventura: Islas Canarias)”:
Las agonías insulares de Miguel de Unamuno»[6], mostrando el siguiente soneto
titulado:
“Las
agonías insulares de Miguel de Unamuno”
Oh
fuerteventurosa isla africana
sufrida
y descarnada cual camello,
en
tu mar compasiva vi el destello
del
sino de mi patria. Mar que sana
con
su sonrisa grave y casi humana
y
cambia en suave gracia el atropello
con
que un déspota vil ha puesto el sello
de
su barbarie moribunda y vana;
Roca
sedienta al sol, Fuertevenventura,
tesoro
de salud y de nobleza,
que
te libre el Señor de toda hartura,
pues
del santo caudal de tu pobreza
para
la España de mafiana, pura,
he de sacar espiritual rique.
Es de pensar que este soneto no proviene
exactamente de la pluma de Don Miguel, sino de la de Bruno
Pérez Alemán y su libro Las agonías insulares de Miguel de Unamuno[7], cuya nota editorial de
presentación informa: «En la presente edición, Bruno Pérez persevera en dos
aspectos cruciales con relación al poeta-filósofo: el acercamiento a Unamuno
como un signo cultural canario y el imaginario insular unamuniano. De la mirada
del joven investigador Bruno Pérez no resultan excluidos aquellos escritos
unamunianos que “aun refiriéndose a otras cuestiones, están condicionados por
la relación que el filósofo mantuvo con la realidad canaria”, especialmente la
de Fuerteventura que, a pesar de su pobreza (o por su ejemplar eticidad), no
sólo suscitó en el escritor fecundas ideas sobre el estilo, sino la
sobreabundancia de la creación lírica… Se ha repetido hasta la saciedad que fue
una lástima que Unamuno no llegara a escribir un libro que ha llegado a ser
famoso sólo por la prefijación de su título: Don Quijote en Fuerteventura[8]; sin embargo, algo de ese
libro no escrito —y que tiene en don Miguel su principal protagonista—puede ser
leído en este volumen que en clave quijotista ha organizado Bruno Pérez: es
decir, en desacuerdo, acaso, con el propio don Miguel. Y unas pocas palabras
más. He seguido la trayectoria de los estudios universitarios de Bruno Pérez;
conozco su tesón y rigor. Tenemos su promesa de proseguir con el asunto de esta
investigación. Cumplo con el ruego de que le acompañara en esta propuesta de
edición; lo hago con agradecimiento y afecto».
De modo que en esas aventuras
escriturales en algún momento recurrí a la colaboración de Sebastián Martín[9] (para los amigos nombrado „Chano“)
que con fecha de 29.01.2018 me escribió para comunicarme: «Estimado Ángel: Igualmente
te comento que se ha publicado el pasado 24 de Enero mi libro de poesías Sentimientos
bajo la Piel, del cual me gustaría hacerte llegar un ejemplar y si lo
consideras válido me gustaría que me hicieras un crítica del mismo que de tu
profesionalidad, sea positiva o negativa la recibiré con gusto. Un abrazo.
Sebastián Martín». Envío que me llegó por correo certificado con
fecha del sábado 10 de febrero de 2018. Así que ahora manos a la obra.
1. Sentimientos
bajo la piel
Un Sentimientos bajo la Piel[10] que consta exactamente 70 páginas,
poseyendo 53 poemas que van devididos en tres partes: 1) “Amor“ (págs. 7-36): 28, 2) “Desamor“ (págs. 37-50): 10 y 3) “Sentimientos“ (págs. 51-70): 15.
Pero empecemos por la portada que es un “diseño de Fernando Letang” que representa a una
ciclista cabello al viento que tiende su mano izquierda hacia el acompañante
que la sigue y del que únicamente se ve la mano derecha y la parte anterior de
la rueda delantera de su bicicleta y todo ello sobre un fondo algo nublado,
nocturno y rojizo. Y ya que hemos hablado de nuestro Agustín Espinosa, Miguel
de Unamuno y Fuerteventura abrimos nuestra lectura real del poemario con el
poema que lleva como título «Fuerteventura» presente en la página 68
de “Sentimientos“ y que dice:
Fuerteventura,
eres mecida por los alisios,
Calmando el
sol abrasador
Fuerteventura, donde el mar da
Besos turquesa
a tus costas
Fuerteventura,
donde la luz reina,
Mostrando un caleidoscopio de detalles
Fuerteventura,
tierra árida, pero bella,
Como una mujer
desnuda
Fuerteventura,
donde baifos y cabras
Pastorean libremente, esperando la apañada
Fuerteventura,
romerías por toda la isla,
y a la Viergen de La Peña, devoción
Fuerteventura,
interminables playas,
donde el sol se regodea en la arena
Fuerteventura,
no posees grandes riquezas
Pero tu mayor tesoro es quien te habita.
Éste es un poema descriptivo y paisajístico que habla
de esa isla venturosa y brava, con fuertes vientos y playas extensas donde el caminante
puede marchar durante horas alejándose del bullicio turístico de obesos
alemanes que únicamente desean comer, beber y solearse mientras hablan mal de
todo el mundo a su alrededor, olvidando completamente sus dos Guerras Mundiales
y esos 70 millones de muertes consumadas en sólo tres años. El que escribe
estas líneas recuerda y siempre recordará esa zona que va desde “Morro Jable“ hasta “Costa Calma“, ese “Morro Jable” que sí tiene que ver
con una punta y que el turista piensa que significa “Punta de Sable” y que
realmente significa “Punta de Arena” (en Santander tenemos una playa grandiosa
que llamamos razonadamente “Puntal”) en base a la palabra francesa “sable”. Y
evidentemente en el otro extremo esa “Costa Calma“ que tiene poco de calma y que, en el
fondo, es el final de esa zona tan grata para el caminante; ya conocemos los
versos de Antonio Machado[11]:
Caminante, son
tus huellas
el camino y nada
más;
Caminante, no
hay camino,
se hace camino
al andar.
Al andar se hace
el camino,
y al volver la
vista atrás
se ve la senda
que nunca
se ha de volver
a pisar.
Caminante no hay
camino
sino estelas en
la mar.
Este «Fuerteventura»
es un poema compuesto de ocho (VIII) pareados, es decir, 16 versos, del que
convienen destacarse tres términos muy canarios, “alisios” (verso 1), “baifos” (verso 9) y “apañada”
(verso 10), sin olvidar a esa “Virgen de la Peña” (verso 12). El término “alisios” se refiere a los vientos que soplan
desde las zonas de altas presiones subtropicales hacia el área de bajas
presiones ecuatoriales, éstos son los vientos que soplan y ventean en dirección
nordeste en el hemisferio norte. El término “baifos” significa cría de la cabra que todavía está
mamando, a saber, el cabrito. Mientras que la palabra “apañada” significa el
buscar y agrupar las cabras que normalmente viven a su libre albedrío para
formar los rebaños y repartirlas entre sus reales y respectivos dueños.
Siendo la “Virgen de la Peña” la Patrona de la isla de
Fuerteventura, encontrándose entronizada en la Ermita de Nuestra Señora de la
Peña situada en el Valle de la Vega de Río Palmas (Betancuria). Su historial
cuenta que su imagen de la Virgen María, de alabastro y de autor anónimo, fue
llevada a Fuerteventura por los conquistadores de Normandía en el siglo XV. Se
trata de la imagen mariana más antigua que existe en Canarias siguiéndole a
continuación la Virgen de las Nieves de la isla de La Palma y la Virgen del
Pino de Gran Canaria. Aunque hasta el siglo XIX la imagen mariana más antigua
era la primitiva imagen de la Virgen de Candelaria de Tenerife, que era una
talla del siglo XIII o anterior y fue encontrada por dos aborígenes guanches en
1390, desapareciendo en un desgraciado temporal en 1826.
La imagen de “La Peñita“ como es llamada
cariñosamente en la isla de Fuerteventura, es una obra maestra de pequeñas
dimensiones, es una figura sencilla, de 23 cm de altura con el Infante situado
en sus rodillas. Fue esculpida siguiendo los cánones del gótico francés. Se
cree que fue traída de Francia por Juan de Béthencourt, y fue encontrada en una
pequeña gruta al pie de una peña o pequeña montaña por San Diego de Alcalá y
Fray Juan de San Torcaz, monjes franciscanos que residieron en el convento de
Betancuria. Se cree que la imagen pudo estar entronizada en la parroquia de
Betancuria, de la que hubo de ser salvada y escondida cuando el pirata Jabán
destruyó la Villa de Betancuria, para años después ser descubierta en la
cuevita bajo la peña. Fué hacia la segunda mitad del siglo XVII en el que
adquiere el patronazgo de Fuerteventura, aunque de manera compartida con la
antigua patrona de la isla, la Purísima Concepción, debido a un acuerdo
cabildicio.
Actualmente la talla de La Peña se
encuentra situada en la hornacina central del retablo mayor de la referida
ermita de la Vega de Río Palmas, colocada sobre un pedestal dorado y enmarcada
por un sol de plata y una media luna dorada. La hornacina que da cobijo a la
imagen está decorada con molduras, rocalla y rodeada de inscripciones latinas.
La imagen de La Peña presenta los ojos cerrados y roturas en su mano izquierda,
y en la cabeza y brazo del niño, hechos que explica la tradición piadosa
señalando que la Virgen cerró los ojos para no ver cómo una mora loca mutilaba
a su hijo.
Evidentemente el que escribe estas
líneas se pregunta por la razón por la que figura este poema en esta parte
denominada “Sentimientos“, lo mismo que
otros rememorativos de lugares y experiencias vividas como «México»
(pág. 69), etc.
También conviene señalar que este poema se cierra con un pareado que dice:
Fuerteventura,
no posees grandes riquezas
Pero tu mayor tesoro es quien te habita.
Debido a que los
labradores de la tierra han vendido ésta por millones y han convertido la isla
en un núcleo turístico que forestal y agricolamente está muerto y que el día
que el turismo desparezca será una ruina (una Siria sin guerra) completa de
hoteles y edificios en pena y abandonados como todos esos edificios iniciados y
nunca terminados que asoman sus esqueletos por los lugares más bellos y
pintorescos de la isla; cuando llegue ese momento no serás Fuerteventura, sino
Malaventura.
1.1. Presentación pública del poemario
Conviene señalar que este poemario
fue presentado en “El salón de actos del
Archivo General Insular de Fuerteventura el miércoles, 24 de enero, a las 20.00
horas de 2017“[12], cuya nota de presentación anuncia:
El salón de actos del Archivo General
Insular de Fuerteventura acoge este miércoles, 24 de enero, a las 20.00 horas,
la presentación del libro de poemas ‘Sentimientos bajo la piel’ del autor
Sebastián Martín Yánez. La obra es una colección de poesías dividida en tres
secciones: 1) amor, 2) desamor y 3) sentimientos. Con este libro, Martín Yánez
hace un recorrido por los acontecimientos que le han marcado en su vida, desde
el primer poema que escribió a la edad de quince años, en el que refleja sus
sentimientos acerca de la muerte de su mejor amigo, hasta el último escrito
referente a la muerte de su madre. Sebastián Martín Yánez nace en Las Palmas de
Gran Canaria. Una vez terminado sus estudios, se desplaza a Venezuela, donde
reside por nueve años, trasladándose posteriormente a Fuerteventura. El autor
ha alternado Canarias con la estancia en otros países como República
Dominicana, Miami y México.
Importante es ya señalar que el primero de éstos se titula
«Amor fugaz» (pág. 9), diciendo el
título de su último «Mamá» (pág. 70), es decir, dos extremos de muerte que encierran y
enmarcan los otros 51 restantes entre dos cadáveres, tumbas y dolor. Razón que
invita a iniciar nuestra lectura y escrito con algo alegre y positivo
1.1.1. El Amor
Apartado del poemario que ilustramos
con su poema final, 28 (pág. 36) que se titula «Viniste hacia mí» y dice:
Viniste hacia
mí...
Ahuyentando
las heridas del alma
Nada me hizo tanto bien
Incluso volví a reír.
Sentir tu
calidez
Hasta estar en el cielo
A salir del infierno
A creer en la vida de nuevo
Sentir a borbotones
Vahos de gratitudes
A querer gritar mi júbilo
Nada me haría más
feliz que
Incluirte para siempre a
mi vida.
Su forma en cuatro
(IV) estrofas, dos (II) cuartetos, un (I) terceto y un (I) pareado final, es
decir contenedor de 13 versos que podría determinarse como un soneto truncado
al que le falta el verso 14. Es un poema final del amor y un recuerdo para «Incluirte
para siempre a mi vida». Tal vez sea
el saldo de la parte amorosa del poeta que se despide del amor para siempre y
que le conduce al
1.1.2. Desamor
A saber a la segunda parte de
su poemario que naturalmente se inicia con un
«Amor perdido» (pág. 39), cuya textualidad dice y cuenta:
Cuantas veces en ti he pensado
Desde un rincón lejano
En un esperar vano,
Sin que nada haya logrado
Recuerdo tus cabellos,
Recuerdo tu risa,
Recuerdo tus besos
Recuerdo el amor perdido
No me quieres a mí
Como a un amado
Solo como a un amigo
Pero te recordaré
Como la ilusión
De un pasado
Quisiera arrancar tu recuerdo
de mi corazón ahora,
que aún no está enraizado
Y no más tarde
Cuando sea más dificil todavía,
Arranca del pensamiento
Y del corazón, este amor perdido.
Poema este que se
compone de siete (VII) estrofas y 21 versos, y que habla de recordar y pensar
un amor pasado y perdido (texto de la añoranza) y que acredita y justifica esa
sección del poemario titulada «Desamor»,
a saber, fin del amor o perdida del
amor. Poema que habla del recuerdo del amor, de un amor pasado y
cerrado. Poema del «Desamor» al que sumamos uno que se titula
«Mentiras» (pág. 48) y cuya textualidad expresa:
Me dices que me amas
Te digo que te quiero
Para qué decirnos esto
Si nuestros sentimientos
Dicen que no nos queremos
Y lo que realmente nos une
Es el deseo.
Poema de sólo siete
(7) versos y tres (III) estrofas, I) un pareado, II) un terceto y III) un
pareado, versos que cantan el desamor,
pero que marcan (curiosamente) el deseo y tal vez la pasión. Los textos que
estamos viendo son escritos de poco contenido, tal vez el amor apasionado o
frío no necesiten muchas palabras (sólo actos y reacciones): sólo hacen falta
cuerpos, sensaciones y cercanía o lejanía. Son amores que «Volaron» (pág.
50) y cuyo volar cuenta:
Volaron, aquellos pájaros
Volaron, para no volver jamás
Volaron como mi amor
Que ni siquiera se posó
Volaron y no volverán jamás
Volaron como mi ilusión
Que jamás se realizó
En el horizonte se perdieron
Y tú con ellos también
Volaron y no volvieron jamás.
Este
poemita de sólo tres (III) estrofas y diez (10) versos, un cuarteto y dos
tercetos, es breve en su extensión, pero rico en su mensaje y verdaderamente
corresponde al título del apartado que lo contiene y transporta: «Desamor». Pero
impregnado de una imagen becqueriana, de ese sevillano y andaluz, Gustavo
Adolfo Bécquer[13], y su «Rima LIII», cuyos sus ocho (8) primeros versos
y dos (II) cuartestos iniciales cuentan:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!
Veamos ese verso 5: «Volaron y no
volverán jamás». Es un poema del fracaso del amor «Que jamás se realizó»
(estrofa II, verso 7) y que de algún modo nos conduce al tercer apartado del
poemario
1.1.3. Sentimientos
Su primer poema se titula «Amigos» (pág. 53) y cuenta:
Hoy de nuevo he encontrado amigos,
Amigos
que me hacen pasar el tiempo mejor
Pasando momentos agradables,
Olvidándonos
de lo que hemos dejado atrás
Contándonos
nuestras alegrías y penas,
Como
si quisiéramos olvidarnos de ellas
Amigos,
con sus cosas malas y buenas
Pero amigos con los cuales
Podremos pasar una vida mejor.
Éste es un poema de
la amistad final que se compone de cuatro (IV) estrofas y nueve (9) versos en
él la palabra “pasar” se repite tres (3) veces: 1) verso 2,
“pasar”, 2) verso 3, “Pasando” y 3) verso 9, “pasar”. Es decir, que es un poema
que marca el final y ese versos último, “Podremos pasar una vida mejor”, que
conducen de algún modo a la muerte y al
1.1.4.
Final
Esto
quiere decir que después de haber pasado brevemente revista a “Las agonías insulares
de Miguel de Unamuno”, de haber visto «Fuerteventura»,
ese (1.1.1. El Amor) «Viniste hacia mí», pasando por (1.1.2. Desamor) el
«Amor perdido», con sus «Mentiras» e incluso ese «Volaron» (sin
golondrinas), llegan (1.1.3. Sentimientos) los «Amigos» que nos
acompañan hacia ese (1.1.4. Final), final ya presente en el poema
primero, «Amor fugaz» (pág. 9), poema de tres (III)
estrofas y nueve (9) versos, cuyo terceto final dice:
Amor fugaz, es lo que
quisiste
Amor fugaz, es lo que
me diste
Amor fugaz, es lo único que tuvimos.
Y el poemario se
cierra con ese «Mamá» (pág. 70), escrito de doce (12) versos y tres (III)
estrofas, cuyos dos últimos versos (11-12) confiesan y anuncian:
Ahora no cuento
con tu presencia
Pero permanecerás para siempre junto a mí.
Ésta es la
presentación que hacemos de este poemario y algo de su contenido y mensaje.
Conviene verlo como una pista a seguir y un paso inicial para que se imite, se
mejore y profundice lo aquí dicho y contado. Es de esperar que el poeta cierre
su obra poética con otros poemas que hablen de una vida transcurrida, apacible
y por qué no con un nuevo amor
acompañante final. Así se lo deseamos. Suerte Sebastián.
[1] Que
dice: “Joaquín Espinosa Boissier. Abogado. avda. 1.° de mayo, 39-1.° teléfono
371192. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA”. En las bases digitales existe esta misma
dirección, pero con pequeñas variantes; véase: Joaquin Espinosa Boissier.
Avenida Primero De Mayo 39. Las Palmas de Gran Canaria. Las Palmas. España.
Tel.: _34 928 37 11 92. Persona y personalidad canaria de la que un servidor
nunca obtuvo noticias.
[6] «“Casa-Museo
Unamuno (Fuerteventura: Islas Canarias)”: Las agonías insulares de Miguel
de Unamuno», en: Fuerteventura.digital, (Puerto Rosario/
Fuerteventura, 2017). Fuerteventura (Islas Canarias). Fuerteventura digital:
http://www.fuerteventuradigital.net/2016/09/museo-dedicado-do
n-miguel-de-unamuno-en.html.
[8] Véase un
ejemplo de Enrique
Lópiz: Don Quijote en Fuerteventura, (Múnich, 2013). United Nations
Editorial, libro sobre el que puede leerse el artículo de Alfonso Domingo
Quintero titulado «Don Quijote en Fuerteventura» [en: El perseguidor, Diario
de Avisos de Tenerife, (Tenerife,
domingo 14 de julio de 2013/martes, 14 de octubre de 2014)], quien escribe: “La
imaginación es una de las facultades que el escritor pone en funcionamiento a
la hora de crear. En este sentido, Miguel de Unamuno quiso que don Quijote
pasara en Fuerteventura una de sus aventuras. Una aventura a la que podemos
denominar de penitencia, pues la ficción que nos propone el poeta filósofo es
que don Quijote buscó la soledad que propicia la meditación en Fuerteventura,
como la buscó también en Sierra Morena imitando al caballero Amadís de Gaula.
Pero, ¿qué encontraría don Quijote en Fuerteventura? Posiblemente lo mismo que
encontró Miguel de Unamuno: una isla que nos interpela y que nos obliga a
ponernos delante de nosotros mismos, sin engaños. Una sinceridad que emana del
convento franciscano de Betancuria, y que se afirma en el paisaje esencial de
la isla. Don Quijote en Fuerteventura fue el título que Unamuno eligió
para el libro que debió dar cuenta de esta aventura fuerteventurosa, pero no lo
escribió. Quedó en simple proyecto. Quizá escribiera algunas notas en su
pequeño despacho en el Hotel Fuerteventura donde se hospedó durante su estancia
en Puerto Cabras; o quizá esbozara el plan general de la obra en las tertulias
con Ramón Castañeida, en cuya biblioteca familiar se dedicó por cierto a la
lectura de Benito Pérez Galdós. No lo sabemos. Pero sí sabemos que estuvo entre
sus propósitos vincular para siempre a don Quijote con Fuerteventura. ¿Lo
consiguió? Es difícil de evaluar el éxito que ha tenido esta propuesta en las
letras canarias, y puede que sea la razón para otro artículo. Lo que sí sabemos
es que Fuerteventura influyó profundamente en Miguel de Unamuno. Sus libros De
Fuerteventura a París, Por tierras de Portugal y España y Cómo se
hace una novela dejan a las claras lo importante que para el escritor vasco
fue su experiencia como exiliado en Fuerteventura. Se podría escribir
largamente sobre esta experiencia, reflexionando en uno u otro detalle, pero
quisiera sólo remitirme a la siguiente afirmación de Unamuno en su libro Alrededor
del estilo: «Allí [Fuerteventura] empecé a comprender y sentir la música, a
la que he sido siempre retuso. E inserté esas apuntaciones sobre el estilo de
la voz, sobre la personalidad de la voz, sobre la esencia espiritual de la voz,
oyendo el mar, que es voz, y voz más que humana...»” El artículo sigue y el que
lo desee puede seguir leyéndolo; los datos editoriales rezan más arriba.