· El Sindicato de Estudiantes de los Países Catalanes (SEPC) y la Coordinadora
de Asambleas de Facultad (CAF) convocaron
dos jornadas de huelga a primeros de marzo: el día 1, en la UAB; y el 2, en
todas las universidades públicas de Cataluña. A pesar de la labor de los
piquetes, el seguimiento fue desigual, dependiendo de las universidades y de
las facultades. El día 2, tuvo lugar también, en el centro de Barcelona, una manifestación no muy concurrida (un 2,3%
de los 170.000 universitarios catalanes).
· Según rezaban las pancartas y los grafitis, los universitarios se
movilizaron principalmente por dos motivos. Por un lado, contra el
incumplimiento, por parte del Gobierno de Cataluña, de un mandato del Parlamento
catalán de 2016: se debía proceder a una reducción del 30% de las tasas
universitarias que, en 2012, habían subido un 67%. Además, se exigía una equiparación del precio de los créditos
de “grado” y de “máster”, ya que los de máster duplican a los de grado.
· A simple vista y desde la óptica estudiantil, estas
reivindicaciones pueden parecer lógicas y razonables para justificar las
movilizaciones. Sin embargo, si las analizamos desde un punto de vista más
sistémico, podremos constatar que denotan cortedad de miras y una patente falta
de análisis y de argumentos. Por eso, se podría afirmar que las exigencias
estudiantiles precitadas son los árboles que, aunque forma parte del bosque, no
dejan ver el meollo del bosque: el origen de los problemas de financiación de
la universidad catalana.
· Por un lado, llama poderosamente la atención que
los planes de estudio de Bolonia (en 2010, el
4_1; y luego, en 2015, el 3_2)
hayan sido implantados y que, a partir de 2012, las tasas universitarias hayan
subido como la espuma, sin una oposición clara, firme, decidida, contundente y
masiva de los dos principales actores universitarios: alumnos y profesores. Ante
estos hechos, las movilizaciones del pasado y las de hace unos días han sido
minoritarias, tímidas e inconsistentes. En efecto, no se ha conseguido que la
comunidad universitaria tome conciencia de lo que estaba y está en juego. Por
eso, después de las últimas movilizaciones de principios de marzo, el statu quo se consolida aún más: la
implantación del 3_2 sigue su curso y el Gobierno de Cataluña mantiene las
desorbitadas tasas académicas. ¿Para qué han servido las jornadas de huelga? Simplemente,
para que se entrenen los piquetes, que tienen el cerebro en los extremos de los
brazos, y para desperdiciar días de actividad docente.
· Por otro lado, uno no llega a comprender por qué el
SEPC pide sólo una reducción del 30% de las tasas,
perpetuando así la discriminación de los universitarios catalanes, en relación
con los de las otras CCAA o de la Unión Europea (UE). Si todos somos iguales
ante la ley y si todas las universidades ofrecen los mismos servicios
(formación), no es de recibo que las tasas universitarias en Cataluña sean, de
media, el doble (para los créditos de “grado”) y el triple (para los de
“máster”) que en las otras CCAA. Además, si se debe converger con los países de
la UE en todos los campos, habría que acercarse a la mayoría de los países de
la UE que tienen una enseñanza universitaria gratuita o con unas tasas
simbólicas. Hoy, las tasas en las universidades públicas españolas (¡y no
digamos en las de Cataluña!) son las más altas de Europa. Y, según un informe
de CCOO, la subida de tasas se ha visto agravada por una bajada de la cuantía
de las becas, sin que se haya habilitado un sistema de préstamos o de beneficios
fiscales o de ayudas distintas de las becas.
· En tercer lugar, las reivindicaciones del SEPC se han centrado sólo en cuestiones crematísticas, olvidando aquellas
otras que, en un mundo cada día más globalizado y competitivo, deberían mejorar
la calidad de la enseñanza universitaria
y la formación de los universitarios. De esta formación depende el tránsito hacia la
vida laboral y el éxito en la misma, como puso de relieve Ramón y Cajal al escribir: “El
cerebro humano es como una máquina de acuñar moneda. Si echas en ella metal
impuro, obtendrás escoria; si echas oro, obtendrás moneda de ley”.
Sólo dos ejemplos que ilustran la despreocupación y la ceguera de los
estudiantes y de los profesores universitarios sobre los aspectos cualitativos
de la enseñanza española a la boloñesa.
· Uno es el de los “grados
combinados”. Los estudiantes y los profesores nunca criticaron ni se
opusieron a este nuevo “producto”, que constituye una degradación o devaluación
de los estudios universitarios. Además, los alumnos no sólo mordieron este
anzuelo sino que incluso protestaron, el curso pasado, contra la eliminación de
algunos de estos grados. Si los grados simples (240 créditos) no proporcionan
una formación sólida y satisfactoria, y, por eso, se aconseja a los alumnos que
hagan un máster, ¿qué se puede conseguir con unos grados combinados (por
ejemplo, francés e inglés), en los que se dedican sólo 120 créditos a cada una
de las lenguas? Como he escrito en otro lugar y explico siempre a mis alumnos,
estos grados son un engaño y una estafa a los universitarios. Y sólo pueden
conducir a una decepción y a una frustración de los mismos, al poner en
entredicho la inserción y el éxito laborales de aquellos que los hayan elegido.
· La “evaluación”
y la “revaluación” es el otro ejemplo.
Con los planes de estudio a la boloñesa, se suprimieron los tradicionales
exámenes de septiembre y se implantó, una semana después de la evaluación
final, una antipedagógica y absurda revaluación.
Después de haber hecho una “evaluación
continua” de cada estudiante, cualquiera
con dos dedos de frente puede comprender, excepto si cree en el milagro de
Pentecostés, que es imposible que se puedan aprender, en sólo unos días,
aquellos conocimientos o competencias que no se adquirieron durante todo un
semestre. Por eso, parece lógica, razonable y necesaria la recuperación de los
exámenes de septiembre que, por cierto, nunca han exigido ni estudiantes ni
profesores.
· Finalmente, con sus pacatas reivindicaciones
crematísticas, los universitarios catalanes han dado muestras de una ceguera
severa. Se han fijado sólo en los síntomas (subida de tasas), pero no han
buscado las causas prístinas de los recortes en los presupuestos de las
universidades y de la subida astronómica de tasas. Para los economistas, “los recursos son siempre escasos” y, en
la gestión de los mismos, funciona el “principio
de los vasos comunicantes”: los incrementos de partidas en un capítulo
concreto hay que detraerlas de otros capítulos. Así de simple.
· Es una evidencia que las políticas equivocadas,
interesadas y partidistas tanto del Gobierno Central como del Gobierno de
Cataluña, así como el despilfarro, la malversación y el saqueo generalizado de
los recursos públicos por parte de la casta política nos han conducido a la
larga y profunda crisis actual. Por eso, los Gobiernos de turno nos han
obligado a apretarnos el cinturón, han utilizado la tijera en educación, en
sanidad, en servicios sociales, etc. y nos ha pasado la factura a los
trabajadores en activo (despidos, congelación o reducción de salarios, etc.), a
los jubilados (copago sanitario y subidas vergonzosas de pensiones), a los
estudiantes universitarios (subida de tasas, reducción de las becas),... ¿Para
qué seguir enumerando damnificados y abusos?
· Por eso, llama poderosamente la atención la falta de
lucidez y agallas de los jóvenes universitarios catalanes y el hecho de que no
hayan puesto en la picota y lanzado sus críticas contra la casta política
catalana, sólo ocupada y preocupada por el “proceso de independencia” y por
cubrir con la “senyera” o con la “estelada” las vergüenzas de tanto
cleptómano, que ha esquilmado el erario público catalán con mordidas del 3% (Maragall) o del 4% (Millet y Montull) o del 6% o el 10% (según otros) en toda obra pública. Y
esto parece que es sólo la punta del iceberg. De estos polvos, también los
lodos de las subidas de tasas.
© Manuel I. Cabezas González
www.honrad.blogspot.com
17 de marzo de
2017