Esclavismo siglo XXI por Domingo Fuentes Curbelo

España es un país mileurista en el que el salario mínimo es de 655,20 euros mensuales. Sin embargo, aunque ustedes no lo crean, en nuestro país existen empresas que remuneran a sus trabajadores por encima de la media, e incluso algunas comparten sus beneficios con ellos y les premian cuando las cosas van bien porque son conscientes de que los empleados han contribuido con su esfuerzo a la obtención de los beneficios.

 Otras empresas ofrecen a sus trabajadores  cursos de formación, cheques guardería o iniciativas para fomentar la salud y el deporte en la empresa. Las hay incluso que asesoran a sus empleados a la hora de la compra de un piso, o de hacer la declaración de la renta, por poner dos ejemplos. Saben que no todo es el sueldo a la hora de generar complicidad y buen ambiente en el centro de trabajo. La flexibilización del horario, la conciliación de la vida familiar y laboral, y la promoción de prácticas saludables en la empresa son otras dos formas de remunerar a las plantillas, que contribuyen al rendimiento en el trabajo, a aumentar a medio y largo plazo la productividad y a reducir el absentismo.

Las empresas que se preocupan por estas buenas prácticas parten de la idea de que cuando un trabajador es feliz en su trabajo y se siente reconocido y recompensado, la empresa lo nota también en la cuenta de resultados. Si un trabajador viene a trabajar contento y está feliz en el trabajo, va a atender mejor a los clientes. Quiero decir que hay empresas grandes y pequeñas que son conscientes de que las buenas prácticas repercuten en la productividad. Y por eso hacen esfuerzos para que el empleado se sienta orgulloso de trabajar en la compañía.


Lo malo es que ésta no es la regla general de las empresas españolas, sino más bien la excepción.
 

Durante la crisis en Canarias, por poner el ejemplo que me queda más cercano, principalmente en el sector de la Hostelería, se ha producido un fenómeno paradójico: mientras los índices de ocupación hotelera, el número  de visitantes y el gasto medio de los turistas no ha parado de crecer en los últimos seis años hasta alcanzar cifras record, las condiciones laborales han ido empeorado de manera directamente proporcional. Y esto es así porque, aprovechando la desregulación propiciada por la reforma laboral del PP en el año 2012, algunos desaprensivos se han lanzado a las malas prácticas que desembocan en la explotación laboral pura y dura. En estas empresas nadie se preocupa por el bienestar de la plantilla, sino por la cuenta de resultados.


Igual que hace no mucho tiempo los trabajadores de las zafras agrícolas en Canarias encarnaron el paradigma de la explotación laboral, con trabajadores y sobre todo trabajadoras que vivían en condiciones laborales paupérrimas en cuarterías insalubres que no reunían las condiciones mínimas de habitabilidad —muchas de ellas están en pie todavía para escarnio de los explotadores—, hoy las camareras de piso, y por ende muchos trabajadores de la Hostelería en Canarias, son el referente más flagrante de la explotación laboral en pleno siglo XXI

Y esta situación se produce al socaire de una supuesta crisis económica que no sólo no ha afectado al sector, sino que el mismo se ha visto favorecido por cuestiones colaterales lamentables —el terrorismo, las guerras y revoluciones fallidas en el norte de África y en oriente próximo— que han desviado determinados flujos de visitantes hacia las Islas y han propiciado unos índices de ocupación y unos márgenes de beneficios —por la cantidad de visitantes y la espectacular subida de precios— nunca vistos en el Archipiélago. Es cierto que estos índices de ocupación tan elevada han generado mucha riqueza y algo de empleo. Pero, desgraciadamente, la riqueza se está quedando en muy pocas manos —en las manos de los que tienen como único objetivo existencial amasar fortunas y patrimonio sin escrúpulos—, y el empleo es de tanta precariedad y de tan pésima calidad que podemos hablar sin tapujos de obscena explotación laboral del siglo XXI.


No quiero meter en el mismo saco a todos los empresarios turísticos de Canarias, porque soy consciente de que los más honestos —conozco a algunos de ellos— están  haciendo las cosas bien y respetando las condiciones laborales establecidas en los convenios colectivos negociados en su día por las organizaciones sindicales, representantes legítimas de los trabajadores. Pero a nadie se le escapa que en el negocio hay muchos desaprensivos, empresarios de medio pelo, que utilizan todos los resquicios de la Ley de reforma laboral del PP y toda clase de triquiñuelas para obligar a los empleados del sector a trabajar en unas condiciones inaceptables en empresas que no pueden alegar  situación de pérdidas. 

Son contadas las compañías que premian a sus empleados cuando obtienen beneficios, o las que ofrecen a sus trabajadores  cursos de formación, cheques guardería o iniciativas para fomentar la salud y el deporte en la empresa. Son nulas las que prestan asesoramiento a la hora de la compra de un piso, o de hacer la declaración de la renta, o se preocupan por la conciliación de la vida familiar y laboral de sus empleados. La mayoría ni se plantean ninguna de estas cuestiones de las que les hablaba al principio de este artículo.



Por eso cobra una especial relevancia el hecho de que el sindicato Comisiones Obreras haya logrado una sentencia favorable que le da la razón frente a una cadena hotelera de Lanzarote. La sentencia, según CC.OO, crea un precedente en la provincia porque obliga a una empresa subcontratada por esta cadena a respetar las condiciones incluidas en el convenio colectivo de hostelería de la provincia de Las Palmas

La cadena hotelera había despedido en septiembre de 2013 a 54 camareras de piso, todas de la plantilla, para inmediatamente contratarlas de manera fraudulenta a través de una empresa externa. La sentencia, según fuentes sindicales, señala que el servicio sí se puede externalizar, siempre y cuando se respete el convenio colectivo. A raíz de esta sentencia, la empresa deberá abonar la diferencia salarial que no han cobrado en estos tres años las trabajadoras. La reforma laboral de Rajoy es la que ha propiciado estos abusos y ha hecho que los desaprensivos se hayan lanzado a una política fraudulenta de contratación que ha propiciado que las horas extras no pagadas hayan alcanzado los 3,5 millones semanales en los últimos 4 años, según el Instituto Nacional de Estadística.


Asimismo es de agradecer que desde el Gobierno de Canarias, la vicepresidenta, Patricia Hernández, haya puesto en marcha un Plan contra la Explotación Laboral en las islas para evitar que los trabajadores canarios asuman más horas de trabajo que los que marca la Ley. El solo anuncio del Plan con el refuerzo de las inspecciones de Trabajo y de la Seguridad Social —40 inspectores se desplazan desde la Península— ha tenido un efecto disuasorio con la regularización de miles de contratos abusivos. Por otra parte, la vicepresidenta del Gobierno ha anunciado que se prohibirán las horas voluntarias y se tipificarán como infracciones graves la realización de jornadas de trabajo superiores a lo acordado en los contratos a tiempo parcial.


Es urgente acabar con la actual situación de paro, precariedad laboral e inseguridad en el empleo, que el gobierno del PP ha agravado en los últimos años. Pero es igualmente urgente acabar con las malas prácticas empresariales y explotación laboral, y de manera especial en el ámbito de la Hostelería que es el principal pilar sobre el que se sostiene la economía de las Islas. 

Nadie entiende que en una comunidad autónoma como Canarias, con poco más de 2.000.000 de habitantes y que recibe unos 13.000.000 millones de turistas al año tenga una de las tasas de paro más elevadas de España y de la Unión Europea, y se estén produciendo prácticas empresariales tan inaceptables como las que están sufriendo los trabajadores de la hostelería en general, y las camareras de piso en particular, que por las jornadas abusivas que se les imponen están encabezando además los índices de enfermedades profesionales

Este uso perverso del trabajo a tiempo parcial y, en general, de la desregulación del tiempo de trabajo, tiene un impacto negativo en la conciliación de la vida personal, familiar y laboral y en la igualdad efectiva entre hombres y mujeres; mujeres que, no sólo tienen menos disposición para la realización de las horas extraordinarias sino que están siendo expulsadas del mercado laboral por la imposibilidad de adaptación a estos nuevos tiempos de trabajo.


Los trabajadores canarios merecemos unas condiciones de trabajo dignas. Acabemos con las prácticas empresariales abusivas y la explotación laboral, con el esclavismo del siglo XXI. Canarias no puede ser un paraíso solo para los visitantes y los desaprensivos que desprecian a sus empleados.


Domingo F. Fuentes Curbelo


Soy canario, de la isla de Fuerteventura. Licenciado en Filología Inglesa. Profesor de IES San Diego de Alcalá de Puerto del Rosario. Socialista. He sido consejero y vicepresidente del Cabildo de Fuerteventura, diputado del Parlamento de Canarias y senador por la comunidad Autónoma de Canarias. Escribo en mis ratos libres y he publicado varios libros (novela y poesía).