Hace
exactamente cinco años desde que Grecia se incorporó al Mecanismo Europeo de
Estabilidad, en cooperación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En
aquel momento, los datos financieros claves fueron los siguientes: el PIB
ascendió a 222.151 billones de dólares a finales de 2010. La deuda pública era
de 148,3%. El desempleo se situó en el 12,5%. El porcentaje de griegos que
vivían por debajo del umbral de la pobreza (que ganan menos del 60% de la renta
disponible media nacional) fue del 27,6%.
La
política de austeridad extrema aplicada en el país, a instancias de los
acreedores internacionales, ha agravado aún más la realidad económica y social.
Como resultado, el PIB se redujo a 186.540 billones en 2014. La deuda pública
se ha disparado al 176%. El desempleo aumentó drásticamente al 26%, lo que
afectó principalmente a los jóvenes -muchos de los cuales altamente
cualificados- y como resultado, tienen que emigrar. Esta grave pérdida de
talento podría ayudar al país en esta coyuntura crítica. El porcentaje de
griegos que viven por debajo del umbral de la pobreza es de 34,6%; es decir
3.795.100 personas.
De
todo esto se desprende que el programa de consolidación fiscal, en un país que
ya estaba en recesión antes de 2010, ha fracasado por completo y no sería
racional, económica o socialmente, continuar aplicándolo. Estas medidas,
particularmente restrictivas, de política y austeridad fiscal forman una
espiral de deuda-recesión-austeridad excepcionalmente letal, que descarta cualquier
perspectiva de desarrollo.
La carga de la deuda es enorme e insoportable
Por
tanto, la persistencia en la estricta continuidad del programa de austeridad
extrema por parte de los acreedores tendrá consecuencias verdaderamente
trágicas para el país. Esto llevará a un desastre económico total, que no se
superará en décadas y, sin duda, conllevará una crisis humanitaria muy grave,
comparable a la de Europa de posguerra. Los ciudadanos sin hogar y empobrecidos
que ya se puede ver en las calles de Atenas se multiplican rápidamente. Los
suicidios debidos la desesperación causada por la incapacidad de sobrevivir
continuarán su tendencia de crecimiento frenético. Los desmayos de los niños en
las escuelas debido a la falta de alimentación adecuada pasarán a formar parte
de la vida cotidiana.
Con
la intensificación de este período crítico, surge la pregunta: ¿Qué es lo que
se debe hacer para que Grecia abandone ese oscuro túnel de la crisis económica
y pueda entrar en la vía del desarrollo y el progreso?
En
primer lugar, la carga de la deuda que la economía griega soporta es enorme e
insoportable, y parece que no hay posibilidad de devolverla en su totalidad.
Por tanto, tenemos que cancelar la mayor parte del valor nominal de la deuda
para que la carga de la deuda del país se sitúe por debajo del 100%, y sea
sostenible, con un procedimiento que no dañe a los demás pueblos de Europa. El
pago de la deuda restante tendría que vincularse a una "cláusula de
desarrollo" y no a cualquier excedente presupuestario.
En
segundo lugar, es necesario acometer un relanzamiento de la producción, con las
siguientes premisas:
• El
equilibrio sostenible en la balanza por cuenta corriente, a través de la
promoción de los productos elaborados en el país, fortaleciendo así los márgenes
de la exportación en muchos sectores de la economía griega
• La
industrialización, mediante la implementación de una política industrial
sostenible, integrada y con el desarrollo de la investigación y la producción
de una amplia gama de productos de alto valor añadido. El sector de la
transformación es particularmente crítico, ya que es imposible esperar que un
país incremente por sí solo la cadena de valor en la distribución global del
trabajo sin crear la base de fabricación necesaria, que incluye principalmente
la fabricación de productos industriales acabados.
• Un
énfasis especial en el turismo -en el que Grecia tiene una fuerte ventaja
comparativa- y la navegación -Grecia dispone de la flota mercante más grande
del mundo- y desde luego la agricultura, para la producción de bienes sociales
básicos.
• La
eficiente explotación de las materias primas -como la bauxita- y los
yacimientos petrolíferos potencialmente importantes, ubicados en el mar Egeo y
el Mar Jónico.
Construir un Estado moderno y eficiente
En
tercer lugar, tenemos que construir un Estado moderno, eficiente y racional que
opere con honestidad, sin poner obstáculos burocráticos al desarrollo
empresarial y que luche eficazmente contra la hidra de la corrupción y la
evasión fiscal y, finalmente, aplicar una fiscalidad justa. La crisis económica
no sólo afecta a las finanzas del Estado, sino que también tienen efectos
adversos sobre el sector privado. Cuando prima la idea de que sólo con el
soborno de quienes ocupan cargos importantes en la administración pública se
puede lograr el efecto deseado, los inversores se desaniman, la competencia
leal se distorsiona y las empresas que se niegan a participar de la corrupción
están condenados al estancamiento.
Las
consecuencias sociales y políticas de la corrupción también son extremadamente
graves. La corrupción provoca el resentimiento de los ciudadanos, la
frustración y el colapso de los valores. Se consolida la creencia de que nada
funciona correctamente y que los ciudadanos respetuosos de la ley no se sienten
respetados. A ojos de los ciudadanos, las instituciones son socavadas,
sacudidas y en última instancia, calumniadas por la misma democracia.
Necesitamos el establecimiento inmediato de un sistema tributario justo que no
aliente ni "justifique" la evasión fiscal, sino que contribuya
decisivamente al desarrollo de las conciencias de los contribuyentes, y así
resultará un aumento significativo en los ingresos del Estado.
Grecia no resiste más la austeridad
Estas
medidas deben aplicarse inmediatamente a fin de sacar a Grecia de este estado
de coma y recesión en que se encuentra y reconducirla por la senda del
desarrollo -lejos de las políticas de austeridad salvaje y sin salida, que
forman la punta de lanza del capitalismo financiera, en su intento de cobrar en
su totalidad la deuda- y mantener su soberanía, en una época de intensa y
generalizada crisis capitalista.
Por
su parte, los ciudadanos europeos deben manifestar su solidaridad con el drama
del pueblo griego que, durante todos estos años, se han convertido en un
conejillo de indias, ya que la gran mayoría del dinero prestado al gobierno
griego no va a parar a los contribuyentes griegos, sino a pagar los préstamos o
recapitalizar los bancos griegos.
En
conclusión, Grecia no resiste más la austeridad. Ya ha llegado al límite, tras
el colapso de su modo de vida y con él la dignidad del pueblo griego y esto
tendrá que ser entendido por los acreedores. De lo contrario, nuevos tiempos de
conflicto y ruptura no estarán muy lejanos.
Isidoros Karderinis nació en Atenas, Grecia, en
1967. Es economista y escritor con
estudios de postgrado en economía turística. Sus artículos han sido publicados en
revistas de Economía griega y española. Sus poemas han sido traducidos en
francés. Ha publicado tres libros de poesía y dos novelas en Estados Unidos y
en Gran Bretaña.