El acto se llevó a cabo, en el Cabildo
Insular, con motivo del Día Internacional de la Mujer
Dentro
de los actos de conmemoración del Día Internacional de la Mujer , el pasado martes se
celebró en el Cabildo Insular un Acto Institucional, dónde se llevó a cabo un
merecido homenaje a seis mujeres, una por cada municipio de la isla, en
reconocimiento a sus aportaciones al conjunto de la sociedad insular.
En
esta ocasión, la mujer de nuestro municipio que recibió el reconocimiento fue
doña Antonia Morera, una señora nonagenaria muy conocida y apreciada en su
pueblo, Corralejo.
DATOS
BIOGRÁFICOS
Antonia
Morera Rodríguez, “la enfermera de Corralejo”, nació el 17 de marzo de 1.922 en
el norte de Fuerteventura. Su infancia transcurrió en la costa de Majanicho,
lugar donde residían sus padres, junto a sus seis hermanos. Desde muy pequeña
comenzó a trabajar, ayudando en las tareas domésticas y ejerciendo los oficios
de pescadora, marisquera y ganadera, actividades a las que se dedicaba la
familia para subsistir en aquellos difíciles tiempos de escasez y penurias.
Contrae
matrimonio con el joven emprendedor, Vicente Estévez González, fruto del cual
nacerán sus tres hijos: Hilario, María Brígida y Basilisa. La pareja, subsiste
con la pesca y la ganadería, hasta que en 1.945, deciden abrir una tienda y se trasladan
a Corralejo, por aquel entonces un pequeño y acogedor pueblo de marineros,
rodeado por el jable y por el mar de La Bocaina.
El
matrimonio comienza a trabajar, conjuntamente, en diversas actividades
comerciales ya que, además de una tienda de ultramarinos y bar, se dedican a la
venta de pescado hacia la isla de Tenerife y traen el despacho de bombonas de
gas a Corralejo. Como era gente emprendedora y visionaria, detectaron la
necesidad de transporte en un pueblo alejado de la capital como Corralejo. Vicente,
obtiene el carnet de conducir en Tenerife y adquiere un camión de transporte, y
posteriormente, el primer taxi del pueblo, conocido como “La Minerva ” tal y como
recuerdan las personas más mayores del lugar.
En
un pueblo donde escaseaba lo más elemental, la solidaridad y ayuda entre los
vecinos era una cualidad muy valorada, y en esas tareas voluntarias y
altruistas Antonia fue un ejemplo. Como no había un servicio sanitario en
Corralejo, las urgencias mas sencillas eran solventadas por algunas vecinas que
ponían cariño y esmero en esas tareas.
Un
percance familiar, la enfermedad de su marido, es la causa que convirtió a
Antonia en una experta en la aplicación de inyecciones, tras unas breves
prácticas con el médico residente en Puerto de Cabras, Gerardo Bustos. A partir
de entonces, Antonia Morera ejerció de “enfermera” del pueblo, acercándose a
las casa de sus vecinos convalecientes para administrarle los medicamentos
inyectables que los médicos les recetaban. Si el malestar era liviano, el enfermo se
acercaba a su tienda donde pasaba muchísimas horas, sirviendo productos de
primera necesidad y bombonas y, allí mismo, ella calentaba aquellas antiguas
jeringas de vidrio y las agujas para inyectarle el tratamiento necesario. ¡A
cualquier hora, cualquier día de la semana!
La
voluntad de Antonia para colaborar con sus vecinos no tenía límites. En muchas
ocasiones actuó como ayudante de otra gran mujer de Corralejo, la partera,
María Santana Figueroa. Ellas generaron vida, ayudaron al nacimiento de muchos
niños y niñas del pueblo, hoy hombres y mujeres, que nacieron en un entorno con
muchas carencias sanitarias, sin hospitales ni parteras profesionales.
Otra
colaboración vecinal por la que es recordada es por su habilidad para quitar
dientes de leche. Los niños se acercaban a su tienda, les abría la boca, les
decía “mira que tengo aquí” y sin ellos darse cuenta, Antonia ya tenía la pieza
dental en su mano porque a pesar de no ser titulada, ejerció de “enfermera” con
gran habilidad y nunca cobró un céntimo por esos servicios.
A
estas mujeres de Fuerteventura, que nunca daban la espalda a los problemas, por
grandes que fuesen, hay que reconocerles también su gran valentía. Porque
valiente es quien ante la carencia de recursos, en este caso sanitarios, de la
necesidad hace virtud, y actúa con decisión ejerciendo un oficio que requiere
preparación y destreza y que conlleva mucha responsabilidad si se comete algún
error. Los inyectables no eran estériles como en la actualidad. Se desinfectaban
con agua hervida y como las jeringas eran reutilizables, evidentemente había
riesgo de contraer cualquier infección por mala esterilización o por la mezcla
de los líquidos que sucesivamente se iban administrando a los pacientes.
Una
efemérides como el Día Internacional de la Mujer es el entorno más adecuado para reconocer
su labor a esta señora nonagenaria, trabajadora, solidaría y valiente, que
ejerció de esposa, madre, enfermera, ayudante de partera, pastora, pescadora,
mariscadora y comerciante.
¡Felicidades,
Antonia Morera Rodríguez…y gracias por todo lo que nos has dado en tu dilatada
vida!