La obra de
Antonio Machado y particularmente su poema “Retrato” debo confesar que me han
acompañado durante muchos años de dedicación crítica y filológica. Todavía hoy
recuerdo con agrado cuando exactamente el martes 7 de junio de 1984 presenté la
ponencia titulada, “Teoría de la «Instancia del Autor / Lector y Autor / Lector
Abstracto-Implícito”, en el I Simposio Internacional de la Asociación Española
de Semiótica (AES) en Toledo (7, 8 y 9 de junio de 1984). La mesa la
presidía María del Carmen Bobes Naves (Oviedo) y entre el público se hallaban
José Romera Castillo (Madrid), Darío Villanueva (Santiago de Compostela),
Miguel Ángel Garrido Gallardo (Madrid), José María Pozuelo Yvancos (Murcia),
Carlos Reis (Coimbra), etc. Es decir, algunos de los estudiosos más
representativos y prestigiosos en aquel entonces de las investigaciones
semiológicas en España y Portugal.
Exactamente el 2 de marzo de 1985
volví a hablar de Antonio Machado en el Instituto Español de Cultura de Viena
(actual Instituto Cervantes). Esta ponencia se tituló escuetamente “Autoría del
Autor y Lectoría del Lector” y fui invitado a darla por el entonces director de
dicho centro Jaime Siles (Valencia). Durante la ponencia y al final de ésta
mantuvimos el poeta valenciano y un servidor un intenso y profesional debate
que sostuvo en vilo el espíritu de los asistentes. Pensemos que el catedrático
de clásicas y poeta «novísimo» de entonces no estaba por aquellas épocas muy de
acuerdo con los criterios del poeta sevillano; no olvidemos que algunos
novísimos tomaban a Antonio Machado más bien como modelo para no «imitar.» Sin
embargo, esta posición estética Jaime Siles la ha cambiado radicalmente; sólo
tenemos que leer algunas frases de la entrevista que hizo a la revista Al
Norte de Bremen para apreciar algo de su relativa actual visión y opinión
(aunque no exentas de cierta crítica irónica):
... La “nueva sentimentalidad” está también y dentro de
la literatura. Pero el concepto era bonito. “Nueva sentimentalidad” eran unas
palabras de Machado copiadas de don José Ortega y Gasset. Que Machado era muy
culto, aunque dicen que no, pero Machado era muy culto. Y Machado leía en el
casino de Soria la prensa de Madrid. Los Complementarios son notas
subrayadas que él tomó de los periódicos de Madrid. Y Machado era... un
genio... claro...
Sobre dicha obra y poema hablé
nuevamente en la ciudad de Bremen el día 6 de junio de 1985; su título decía:
«El poema “Retrato” de A. Machado como unidad didáctica de introducción al
estudio literario: Cómputo Métrico, Recursos Estilísticos y Morfosintácticos.»
Y clausuré estas exposiciones orales en Berlín el día 6 de octubre del mismo
año con el título «El poema “Retrato” de A. Machado como unidad didáctica de
introducción al estudio literario: Recursos literarios del Autor como
invitación a la lectura y denunciadores del Código Estético del Poeta.»
Las experiencias adquiridas con la
exposición de este texto las redacté y aparecieron como capítulo individual (V)
de libro bajo el título: «Estructuras subyacentes en la unidad textual:
“Retrato” de Antonio Machado». Y también como parte principal de nuestro libro
teórico-práctico titulado: Introducción y Metodología de la Instancia del
Autor / Lector y del Autor / Lector Abstracto-Implícito. Sin olvidar,
finalmente, las numerosas páginas que le hemos dedicado en Evolución poética de Jaime Siles. Introducción al análisis
poetológico.
He
aquí, entonces, algo de mi recorrido sentimental, amistoso y filológico de la
mano de Antonio Machado y particularmente de su poema “Retrato”. Y, aunque este
viaje cesó en el 2000 (libro sobre J. Siles), no por eso lo había olvidado;
siendo así que durante los treinta y dos (32) últimos años (1984-2016) he continuado
recopilando materiales, de modo que en el 2014 volví a publicar un tercer libro
sobre la obra poética Jaime Siles, cuyo título dice «Más allá de los signos»: Homenaje a Jaime Siles (Claves de
aproximación a la vida y obra del poeta), libro en
el que vuelvo a hablar del poeta y poema
sevillanos.
Así
que en la actualidad de 2017 he vuelto al poema de antaño para tratarlo
nuevamente, pero agotando al máximo su análisis. Lo que quiere decir que este
estudio ya no será uno inicial ni uno intermediario y medio, sino uno final y
de adiós para una obra, un poema y un poeta. Esta despedida personal y final
puede concretarse y clausurarse con versos del mismo Machado (que figuran
parcialmente al inicio de este libro y que repetiremos):
Caminante, son tus huellas
el camino, y
nada más;
caminante, no
hay camino,
se hace
camino al andar.
Al andar se
hace camino,
y al volver
la vista atrás
se ve la
senda que nunca
se ha de
volver a pisar.
Caminante, no
hay camino,
sino estelas
en la mar.
Creo que pocos poemas de adiós
(quizá nostálgico) al pasado existan en las letras hispanas tan expresivos e
informativos como éste; sobre todo si se tiene en cuenta que en él la palabra «adiós»
está ausente.
Lo expuesto razona y justifica que en
este libro se aúnen dos textos, -1 “«Retrato» de Antonio Machado (Vida, obra y destino)” y 2 “«Retrato»
de Antonio Machado (Un poema, una obra y una «poética»)”-, para
con ambos hacer un todo completo y complementario (recordemos sus Complemenatarios).
Dos apartados y capítulos que forman este libro a los que hemos adjuntado uno
tercero, -3 «Glosario
Terminológico (Terminología
para analizar semiológicamente un texto)»-,
que añadimos al final de este libro para de este modo clausurar una capítulo de
teoría y pragmática literarias dedicado en este caso a la poetología.
En el primero de estos apartados
reconstruímos, basándonos en nueve (9) de sus versos la corta vida del poeta
desde su nacimiento (1875) hasta su muerte (1939) y en el segundo analizamos un
poema base de su quehacer del que surge y en el que se refleja una parte
importante de su vida. De modo que puede decirse que su poema “Retrato” es una
biografía, «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla» y «Mi juventud,
veinte años en tierra de Castilla»; pero también y sobre todo una poética y
estética: «Me encontraréis a bordo, ligero de equipaje». En éste se plasma
todo: un destino humano, pero también unas pautas escriturales y estéticas. De
modo que a continuación plasmamos el objeto de nuestra actividad en su
textualidad y versalidad íntegras que muestran los 36 versos alejandrinos
distribuidos en IX estrofas de su poema “Retrato”:
I
Mi infancia son recuerdos de un patio de
Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de
Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no
quiero.
II
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he
sido
-ya conocéis mi torpe
aliño indumentario-,
mas recibí la flecha que
me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas
pueden tener de hospitalario.
III
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de
manantial sereno;
y, más que un hombre al
uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido
de la palabra, bueno.
IV
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas
del huerto de Ronsard;
más no amo los afeites
de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas
del nuevo gay-trinar.
V
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos
que cantan a la luna.
A distinguir me paro las
voces de los ecos,
y escucho solamente,
entre las voces, una.
VI
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar
quisiera
mi verso, como deja el
capitán su espada:
famosa por la mano viril
que la blandiera,
no por el docto oficio
del forjador preciada.
VII
Converso con el hombre que siempre va
conmigo
-quien habla solo espera
hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática
con este buen amigo
que me enseñó el secreto
de la filantropía.
VIII
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
escrito.
A mi trabajo acudo, con
mi dinero pago
el traje que me cubre y
la mansión que habito,
el pan que me alimenta y
el lecho en donde yago.
IX
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave
que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo,
ligero de equipaje,
casi desnudo, como los
hijos de la mar.
Éste es un
“Retrato” que habla de un pasado, presenta un presente y augura un futuro: es
un poema de vidente. No cabe la menor duda de que sus últimos dos versos
expresan lo que ocurrirá realmente al final. Algo de todo esto es lo que
leemos, vivimos y convivimos en las páginas que siguen. No cabe la menor duda
que «..., se hace camino al andar.»