Su tercer disco de piano solo contemporáneo es un homenaje a la isla, donde reside y enseña música desde hace cuatro años
Coincidiendo con
el día de Santa Cecilia, considerada universalmente patrona de la música, Miguel
Pérez publicaba el pasado domingo su tercera obra discográfica, titulada Amanay, una palabra aborigen majorera
–natural de Fuerteventura– que significa “agua de vida”. Con este álbum, el
pianista malagueño ha querido rendir homenaje a la llamada isla tranquila, donde imparte clases como docente en un instituto
de secundaria desde hace cuatro años.
En la línea de
sus trabajos anteriores, se trata de un conjunto de piezas para piano solo, de
estilo contemporáneo, emparentadas con el gusto por el minimalismo de autores
europeos como Michael Nyman (El piano)
o Ludovico Einaudi (Intocable). Su
música comparte también con la de estos grandes pianistas una sencilla
emotividad, teñida de melancolía, y su vinculación con el cine, en tanto que
fuente de inspiración y destino de algunas de sus composiciones. Ejemplo de
ello es el videoclip de Amanay VI,
lanzado previamente como sencillo:
En conjunto, Amanay explica la consideración de
Miguel Pérez como rara avis en el
mundo de la composición para piano en nuestro país: sus piezas beben de estilos
poco explorados y se destilan en una interpretación sutil, sólo en apariencia
sencilla. Un sonido que ha contado con la experiencia de Adolfo Langa en las
labores de producción, así como la mezcla y masterización de Jordi Gil en los
Estudios Sputnik, donde se han realizado estas tareas para prestigiosos músicos
como Fahmi Alqhai, César Camarero y Arcángel, entre otros.