Representó
a Tuineje en el ‘Premio Isla Fuerteventura: Mujeres que cuentan’, que entregó
la pasada semana el Cabildo de Fuerteventura en un acto organizado por la
Consejería de Igualdad, con motivo del Día Internacional de la Mujer
A sus 71 años, María Viera
Saavedra puede presumir de tener una vida cargada de experiencias, muchas de
ellas positivas, otras no tanto. Esta majorera es una mujer dicharachera y
enérgica, capaz de transmitir una mezcla perfecta de alegría y cariño con solo
cruzar unas palabras con ella.
María nació en el Valle de
Vinamar, al sur de Fuerteventura, desde muy pequeña tuvo que ayudar a sus
padres a criar a sus 11 hermanos y ocuparse de tareas muy duras para una niña,
como recoger y transportar agua, leña para cocinar o encargarse del ganado que
les proporcionaba alimento. “Mi infancia fue bastante difícil y cuando se la
cuento a los niños se quedan asombrados. Les explico que en los pueblos
desarrollados había luz con petróleo, pero como a nosotros nos escaseaba el
dinero y mi madre trataba de ahorrar todo lo posible, desayunábamos y
almorzábamos con la luz del día y cenábamos cuando casi no había luz para
evitar encender la luz”.
Con solo 11 años María dejó
la escuela, pero jamás renunció a una de sus grandes pasiones, la lectura. “Siempre
me gustó leer y tenía que inventar lo que fuera para poder hacerlo, así que
machacaba grasa de ballena, de pescado o cebo de animales y hacía un cordón que
ponía en una lata de sardinas para luego prenderlo”. El resto del tiempo lo
empleaba en ayudar a su padre a sembrar trigo, cebada, lentejas y chícharos,
“estábamos siempre pendiente de la siembra para evitar que los animales se la
comieran; cuando llegaba el tiempo lo recogíamos y lo trillábamos, así
pasábamos todo el día”.
A María le tocó crecer antes
de tiempo. Su madre falleció cuando ella solo tenía 18 años y tuvo que comenzar
a trabajar para ayudar en casa. Gran Canaria fue su destino, donde trabajó en
la zafra. “En los años sesenta hubo una fuerte sequía y tuvimos que irnos a La
Aldea. En mi casa los mayores teníamos que salir para poder ganar dinero,
porque ni siquiera los animales daban para comer por culpa de la falta de
agua”.
Una vez casada con el
majorero Francisco Ramos, decidieron emigrar a El Aaiún para intentar buscar
una vida mejor. Sin embargo, un tiempo después y ante la posibilidad de echar
raíces en Manises (Valencia), donde le ofrecieron un puesto de trabajo a su
marido, María decidió ayudar a Francisco a cumplir su sueño, abrir su propia
empresa en Fuerteventura.
“Las mujeres tienen que ser
valientes. Si quieren hacer algo y piensan que está bien tienen que seguir
adelante. No deben dejar que nadie les diga que no pueden hacerlo. Eso he hecho
yo en mi vida, intentando no molestar a nadie y haciendo lo que creía en cada
momento que era lo mejor”.
El sueño se hizo realidad y duró
casi cuatro décadas, hasta que llegó el momento de jubilarse. En todos esos
años, María tuvo tiempo de formar una bonita familia compuesta por siete hijos,
nueve nietos y cuatro biznietos. Pero además, mientras apoyaba a su marido en
su labor como empresario, ella se dedicó a trabajar como cocinera en un
colegio. Una experiencia que sin duda marcó su vida.
“Estuve casi 27 años en el
colegio y fue un trabajo que desempeñé con la mayor ilusión del mundo. Mi
marido puso el grito en el cielo porque tenía que dar de comer a tantos niños,
pero yo me las apañaba muy bien. Seis años después de jubilarme me sigo
sintiendo muy querida por los niños que conocí durante todos esos años, algunos
aún me siguen llamando Abuela María”.
Su intensa vida, cargada de
experiencias, se refleja a la perfección en su forma de ser. Ella misma se
describe como una persona de espíritu alegre, generosa y de trato cercano con
todo el mundo. “Desde niña me gustaba hablar con las personas mayores porque me
fascinaban los cuentos y sus vivencias. Hoy en día soy yo la que algunas veces
va a los colegios para transmitir a los niños las tradiciones y a explicarles
que antes las cosas no eran fáciles, no se parecían a la actualidad”.
Pasar el tiempo sin
actividades es algo que ni se plantea, “podría caer en una depresión si estoy
tres días sin hacer nada”. Por ese motivo participa en todo lo que puede, fundó
la murga Las Marchosillas y el Grupo Mexicano, fue componente de las rondallas
Las Playitas e Isla Llana, y actualmente es pilar fundamental en el Belén
viviente de Acaycate, grupo en el que interpreta, baila, cose y disfruta con
los vecinos del Municipio. “Mi familia me ha dado por imposible porque mi vida
está siempre ocupada. Me falta tiempo para hacer todo lo que quiero, así que
nunca me aburro”.
Esas ganas de hacer cosas,
su predisposición a ayudar a los demás, además de una larga vida con sus momentos buenos y malos la ha hecho valedora
de un ‘Premio Isla Fuerteventura: Mujeres que cuentan’, que entregó la pasada
semana el Cabildo de Fuerteventura en un acto organizado por la Consejería de
Igualdad, con motivo del Día Internacional de la Mujer, en un acto celebrado en
el Auditorio Insular de Puerto del Rosario. María Viera fue propuesta por el
Ayuntamiento de Tuineje para este merecido galardón por ser una mujer activa,
luchadora, comunicadora, trabajadora y participativa, “que no me esperaba pero
que me hizo sentir muy alegre y agradecida” y que compartió con otras seis
mujeres de la Isla.
Este reconocimiento no
cambiará a María, ella seguirá sonriendo, viajando, colaborando con todo el que
le pida ayuda, cuidando a su familia como lo hizo desde niña con sus hermanos y
sobre todo “defendiendo las causas perdidas porque esa es mi verdadera
naturaleza”.