Cuando el Centro de Arte Canario también conocido como Casa Mané abrió de nuevo sus puertas en julio de 2010 trajo muchos proyectos bajo el brazo: nueva obra de artistas del Centro e incorporación de nuevos valores; sesiones de técnicas artísticas; cursos; conferencias; seminarios e intercambio con otros centros de arte. Hace dos días y ante un centenar de personas, los jardines de la Casa Mané se convirtieron en el escenario donde se desarrolló un espectáculo al rojo vivo: el proceso de creación de figuras y recipientes de cerámica con la técnica japonesa raku.
Al evento asistió la alcaldesa de La Oliva, Rosa Fernández, quien animó a la directora del Centro, Belinda Delgado, a continuar con esta serie de actividades que enriquecen la oferta cultural del municipio y proporcionan entretenimiento creativo.
En principio, la cerámica raku es originaria de un alfarero japonés del periodo Momoyama (1573-1615) llamado Chojiro, hasta que desde finales del siglo XVI, el raku atrajo a los maestros budistas por su relación con la Ceremonia del Té, y el imprescindible requisito de beber la infusión en vasijas fabricadas por ellos mismos. Este retorno consciente al primitivo tratamiento de la arcilla aunó la preciosa Ceremonia del Té, por un lado, con la diversión y felicidad que significa el ideograma (kanji) de la palabra ‘raku’.
Esta unión ha significado un notable cambio en el arte de la cerámica en general, de forma que su filosofía ha servido como fuente de inspiración al mundo occidental.
La técnica raku
En japonés ‘hikidashi’ significa “sacar al rojo vivo”. Así, las piezas se llevan a un horno pequeño a más de 900 grados centígrados y, cuando los esmaltes alcanzan su punto de cocimiento, se sacan incandescentes y se depositan con ayuda de unas pinzas de hierro en un recipiente lleno de viruta de madera, hojas secas de árbol o papel de periódico. Cuando el calor de la pieza incendia la viruta, las hojas o el papel, se genera una enorme cantidad de humo que penetra en la pieza y entra a ser parte de ella. Los esmaltes (óxidos) con que han sido pintadas las piezas proporcionan una parte del oxígeno para esta combustión, con lo que se reducen a metal puro, apariencia característica a esta cerámica.
Pasados unos minutos, el proceso químico se fija bajando bruscamente la temperatura con agua, o bien se deja enfriar al aire. De esta forma se obtienen tonalidades, texturas, matices y colores fascinantes y siempre diferentes de una pieza a otra.
Un poco de filosofía
El arte de la cerámica raku encierra una compleja alquimia donde intervienen los cuatro elementos: tierra, fuego, agua y aire, con el resultado de piezas exclusivas.
Una curiosidad dentro del proceso manual del raku es el aprovechamiento de una pieza rota o estallada por sus tensiones internas al colocarla al calor intenso, o al cambiar de temperatura de forma brusca.
El ceramista de raku no se aflige por ello, sino que recoge las esquirlas con cuidado, y repara la pieza hasta ponerla en condición de utilizarse con sus cicatrices a la vista. Incluso, los antiguos alfareros del Japón resaltaban estas cicatrices al soldar con metales preciosos la pieza que, en muchos casos, le daban más valor.