La Crisis del Imperio Romano

Terminada la edad de oro del Imperio, en el siglo I y II d.C., la civilización romana comenzó a vivir sus tiempos más difíciles. Durante el siglo III en Roma se vivía un ciclo de conflictos casi constantes. Un total de 22 emperadores tomaron el trono, muchos de ellos terminando en forma violenta a manos de los mismos soldados que los habían impulsado al poder.


Mientras tanto, las amenazas del exterior se agolpaban en los límites del imperio Romano, incluida la agresión continua de los alemanes y los partos y las incursiones de los godos en el Mar Egeo. Además, el agotamiento de las riquezas obtenidas anteriormente en las conquistas comenzaba a hacerse notar.
Durante el reinado de Diocleciano (284-305) temporalmente fue restaurada la paz y la prosperidad en Roma, pero a un alto costo para la unidad del imperio. Diocleciano dividió el poder en una tetrarquía (gobierno de cuatro), compartiendo el título de Augusto (emperador) con Maximiano. Un par de generales, Galerio y Constancio, fueron nombrados como los asistentes y sucesores escogidos de Diocleciano y Maximiano.

Entre ellos cuatro se repartió el gobierno del Imperio: Diocleciano y Galerio gobernaron el Imperio Romano de Oriente, mientras que Maximiano y Constancio asumieron el poder en el Imperio Romano de Occidente. Pero la estabilidad de este sistema se evidenció una vez que Diocleciano y Maximiano se retiraron de su cargo.

Constantino (el hijo de Constancio) surgió victorioso de las intrigas y las luchas por poder. Se erigió como único emperador de la reunificación de Roma en 324. Se trasladó la capital romana a la ciudad griega de Bizancio (hoy Estambul), a la que se rebautizó como Constantinopla. En el Concilio de Nicea en el año 325, Constantino hizo del cristianismo (culto que había crecido enormemente en los últimos años) la religión oficial de Roma.


La unificación decretada por Constantino fue insostenible a la larga. Apenas 30 años después de su muerte, los imperios Oriental y Occidental se dividieron de nuevo. Las realidades de cada uno de estos territorios comenzaron a diversificarse.

A pesar de su continua batalla contra las fuerzas persas, los romanos orientales –imperio que más tarde pasaría a ser conocido como el Imperio Bizantino- mantendrían su territorio prácticamente intacto por muchos siglos.

Una historia totalmente diferente tendría lugar en el Imperio Romano de Occidente. Muchas fueron las situaciones que se conjugaron para llevar a la crisis del otrora tan poderoso imperio. El imperio fue sacudido por los conflictos internos, así como las amenazas del exterior, especialmente de las tribus germánicas ya establecidas en las fronteras y al gran peso económico de la guerra constante.

Podríamos decir que Roma se derrumbó bajo su propio peso. Paulatinamente fue viviendo la pérdida de sus provincias, una por una: Gran Bretaña alrededor de 410, y España y el norte de África por el 430. Atila y sus hunos invadieron la Galia e Italia alrededor del 450, sacudiendo los cimientos del imperio. En septiembre de 476, un príncipe llamado germánico Odoacro obtuvo el control del ejército romano en Italia. Después de deponer al último emperador de Occidente, Rómulo Augusto, las tropas de Odoacro, proclamado rey de Italia, ponen el punto final a la larga historia de la antigua Roma.



Fuente:
history.com
Imágenes:
1. Genserico saqueando Roma, por Karl Briullov (1836) en wikipedia
2. Invasiones bárbaras en el Imperio romano, en wikipedia
Video:
Thrashgu en youtube
 
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