· El pasado 8 de junio, el presidente Carles Puigdemont anunció la fecha (1 de octubre de 2017) y la
pregunta (“¿Quiere que Cataluña sea un estado
independiente en forma de república?”) del referéndum de autodeterminación
unilateral de Cataluña. Prácticamente un mes después, el 4 de julio, en dos
actos de carácter informal, se hizo la presentación de la proposición de “Ley
de Referéndum de Autodeterminación”.
· En esta proposición de ley, se intenta fundamentar
torticeramente (sin conseguirlo) el referéndum ilegal (cf. preámbulo); y, por
otro lado, regular cómo se llevará a cabo, aunque sin concretar nada (cf. articulado).
En efecto, quedan en el aire los aspectos fundamentales de la operativa del
mismo: el censo, las urnas, las papeletas, los centros de votación, la Junta
Electoral, la convocatoria, etc. Y, sin esto, lo anunciado es un brindis al
sol, dicen los de la casta política constitucionalista y sus desprestigiados “voceros”,
los “tertulianos-todólogos”.
· El anuncio del referéndum y la presentación de la
proposición de ley constituyen toda una provocación y conducen a los
detentadores del poder en Cataluña hacia el camino de la prevaricación, al
planificar actos (referéndum) y al elaborar proyectos de ley contrarios a la
legalidad vigente. Con estas iniciativas, los nacionalistas-independentistas catalanes
se han echado nuevamente al monte y van a intentar pasarse por el arco del
triunfo la legalidad vigente y el juramento-promesa de “guardar y hacer guardar las leyes”, al que están atados y obligados.
· Ante estas provocaciones, la Generalidad catalana
está convencida de que el Gobierno de España no actuará ni contra el anuncio del
referéndum ni contra el proyecto de ley, porque no figuran en ningún documento oficial.
El portavoz del Gobierno de España, I. Médez
de Vigo, le da la razón al declarar que el Gobierno de España sólo tomará
medidas cuando el Gobierno catalán “pase
del anuncio a los hechos”. Por su parte, la Vicepresidenta del Gobierno, S. Sáenz
de Santamaría, ha manifestado que el Estado sólo recurrirá “la ley del referéndum de secesión, cuando
sea aprobada por el Parlament”. Y de la misma opinión es el Fiscal General
de Estado, J. M. Maza, que ha
precisado que las “meras opiniones” y
los “deseos” no son suficientes para
que el ministerio público presente una denuncia. En conclusión, todos coinciden
en la necesidad de esperar a que las palabras del anuncio y del proyecto de ley
de referéndum se transmuten en hechos, en actos tangibles.
· Ante estos puntos de vista convergentes tanto de
los que pretenden burlar la aplicación de la legalidad vigente como de aquellos
que están obligados a hacerla cumplir y que están en “stand
by”, quiero
terciar en el asunto desde esa rama de la lingüística llamada “pragmática”. Así nos alejaremos de la
lógica leguleya (la letra de la ley), causa de muchas aberraciones e
injusticias, y analizaremos lo que significa el hablar y/o el escribir de la
Generalidad de Cataluña (el espíritu de la palabra o de la ley), desde el punto
de vista de esta rama de la lingüística.
· Hablar y/o escribir no se pueden hacer a la ligera
ya que, como escribió Horacio, “la palabra dicha [o escrita] no vuelve atrás”. Lo dicho, dicho está.
Y a lo hecho, pecho. Por otro lado, según J.L.
Austin,
el padre de la “pragmática” y de la “teoría de los actos de habla”, (cf. How to do things with words,
1962), cuando hablamos o escribimos no sólo
hacemos algo: hablamos o escribimos. En realidad, realizamos simultáneamente
tres actos diferentes: un “acto locutivo”
(es el acto de producir un mensaje, hablando o escribiendo); un “acto ilocutivo” (que es aquello que hacemos
al hablar o escribir: por ejemplo, podemos hacer una pregunta o una promesa,
dar una orden o amenazar o protestar o insultar, etc.); y un “acto perlocutivo” (nuestro “hacer verbal”
produce un efecto, un resultado en el interlocutor). Por eso, desde la “pragmática”
se afirma que “decir” es siempre hacer algo o, mejor dicho, realizar los tres
actos diferentes y complementarios precitados.
· Sólo dos ejemplos para ilustrar la teoría
de Austin. Si le digo a alguien “Friega
los platos”, al pronunciar esta frase realizo un acto verbal (acto de
locución); además, doy una orden a alguien (acto ilocutivo); y, finalmente, la
orden que doy puede provocar el efecto (querido o no) de irritar o contrariar a
mi interlocutor (acto perlocutivo). Consideremos, ahora, el anuncio de la fecha
y de la pregunta del pasado 8 de junio por parte de Puigdemont. Con su anuncio,
el Presidente de la Generalidad profirió un mensaje lingüístico (acto de
locución); al hacerlo, el Presidente realizó también una aserción, i.e. informó
sobre la fecha y la pregunta del referéndum (acto ilocutivo); y, como
consecuencia de esto, Puigdemont reconfortó a los independentistas e irritó a
muchos ciudadanos, al amenazar la legalidad vigente, al desafiar a los poderes
constituidos, al mancillar los principios sobre los que descansa la democracia,
etc. (acto perlocutivo).
· Hechas estas precisiones, uno no puede
estar de acuerdo con las actitudes y las respuestas dadas por los poderes
constituidos del Estado (Gobierno de España y Fiscalía) a los actos de desafío
y de provocación de los independentistas. El anuncio del referéndum y la
presentación del proyecto de ley por la Generalidad son auténticos actos o hechos
y no, como dice el Gobierno de España, “parole,
parole, soltando parole”. Además, representan, una vez más, un desprecio y
una amenaza, en toda regla, a la legalidad vigente.
· El comportamiento de los
independentistas y de los sucesivos Gobiernos de España, desde el inicio de la
Transición (1975), me ha traído a las
mientes una fábula de Esopo, “La liebre y la
tortuga”. Ante las burlas y la prepotencia de una liebre, una tortuga
la reta a una carrera. Fijan día y lugar. A la hora prevista, inician la
carrera. La liebre, burlona y prepotente, le dio ventaja a la tortuga,
tumbándose a la sombra de un árbol, donde se quedó dormida. Mientras tanto, pasito
a pasito y sin detenerse, la tortuga siguió su camino. Cuando la liebre se
despertó, la tortuga ya había llegado a la meta y había ganado la carrera.
Moraleja: no hay que ningunear ni despreciar al rival; además, la pereza, la
inacción y el exceso de confianza pueden hacer que no alcancemos nuestros
objetivos y metas.
· Esta fábula refleja muy bien las relaciones
entre los independentistas catalanes (la tortuga) y los sucesivos Gobiernos de
España (la liebre). Desde el inicio de la Transición (1975), los
independentistas catalanes —con disfraz o sin él— han estado chantajeando al
Estado y arañando competencias y más competencias, han ido ganando terreno y han
ido recorriendo —pasito a pasito, despacio, pero sin pausa— el camino que les
va a llevar al 1 de octubre, día del referéndum unilateral e ilegal. Mientras
tanto, los Gobiernos de España, al que asiste la legalidad vigente, han estado
y están tumbados a la bartola, indolentes, impasibles y seguros de su
superioridad, pero siempre dejándose chantajear y con miedo de agarrar por los
cuernos a este morlaco. Moraleja: o el Gobierno de España se pone las pilas y considera
que tanto el anuncio de la fecha y de la pregunta del referéndum como la
presentación del proyecto de ley de referéndum son auténticos actos (desafío,
desprecio, desacato, amenaza, etc.), que hay que combatir con la ley en la mano,
o podemos esperarnos lo peor en las próximas semanas o meses. Lo que acabo de
afirmar desde la pragmática es también el punto de vista de más de un
catedrático constitucionalista, para los que el anuncio y el proyecto de ley de
referéndum son actos y deben ser atajados.
· En la coyuntura actual, el Gobierno de
España (los detentadores del poder y del deber de cumplir y
de hacer cumplir las leyes) se está comportando como la liebre de la fábula de
Esopo: está remoloneando, sesteando, impasible ante el desafío nacionalista que,
por cierto, viene de muy lejos. La reacción en el último minuto puede no ser tampoco
eficaz ni suficiente (cf. fábula de Esopo) y puede crear grandes y peligrosas rupturas
y frustraciones. Además, con esta actitud, el Gobierno de España está propiciando
que la ancestral “ley de la fuerza”
vuelva por sus fueros para sustituir a la “fuerza
de la ley” (i.e. la fuerza de la palabra). Si esto se llega a producir, ¡que
el Señor nos coja “confesaos”.
©
Manuel I. Cabezas
González
Almagarinos
(Bierzo Alto), 20 de julio de 2017