(París:
lunes, 15 de abril de 2019)
Ángel
Díaz Arenas
1.
Noticia: “Grave incendio en la catedral de
Notre Dame de París”
Cuando leemos la prensa o bien escuchamos o miramos
lo que informan los medios de comunicación del martes, 16 de abril de 2019, lo
primero que aprendemos comúnmente dice: “Grave
incendio en la catedral de Notre Dame de París, joya del gótico europeo. El
fuego ha derribado la emblemática aguja del templo, construido entre los siglos
XII y XIV“1, cuyo redactor informa a renglón seguido:
«Era el final de un día despejado [lunes 15], la hora en que los parisienses
regresaban a casa tras la jornada laboral o se agolpaban en los cafés, y los
turistas disfrutaban de la primavera de París, cuando estalló un incendio que
quedará grabado en la historia gloriosa y trágica de esta ciudad. El fuego ha
devastado este lunes la catedral de Notre Dame, símbolo de la capital francesa,
Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los monumentos más visitados del
mundo.
La aguja y el techo se hundieron. Llegó a temerse un desastre total, pero hacia las 23.00 (horas) los bomberos aseguraron que la estructura y las torres estaban a salvo. Nuestra Señora de París había sobrevivido a la destrucción, pero reparar los destrozos puede llevar años». Periodista que cierra su artículo con las siguientes palabras: «Al caer la noche, el fuego todavía iluminaba el edificio.
El 15 de abril de 2019, un imborrable lunes de fuego y ceniza en el corazón de París y de Europa». Es evidente que cuando oímos hablar de “Notre Dame” no podemos por menos que recordarnos del nombre de Victor Hugo (1802-1885) y su «Nuestra Señora de París que es una novela, publicada en 1831 y compuesta por once libros que se centra en la desdichada historia de Esmeralda —una gitana—, Quasimodo —un jorobado sordo—, y Claude Frollo —un archidiácono en el París del siglo XV.»2 Parece ser evidente que la palabra clave de dicho escrito, Esmeralda y “Notre Dame” es la desdicha, por no decir desgracia y sobre todo la “chapuza”, porque es evidente que en un mundo de la modernidad (siglo XXI) en el que el ser humano puede desplazarse a la luna que éste sea capaz de destruir tantas obras y esto sin culpa: la “chapuza” es la palabra clave.
La aguja y el techo se hundieron. Llegó a temerse un desastre total, pero hacia las 23.00 (horas) los bomberos aseguraron que la estructura y las torres estaban a salvo. Nuestra Señora de París había sobrevivido a la destrucción, pero reparar los destrozos puede llevar años». Periodista que cierra su artículo con las siguientes palabras: «Al caer la noche, el fuego todavía iluminaba el edificio.
El 15 de abril de 2019, un imborrable lunes de fuego y ceniza en el corazón de París y de Europa». Es evidente que cuando oímos hablar de “Notre Dame” no podemos por menos que recordarnos del nombre de Victor Hugo (1802-1885) y su «Nuestra Señora de París que es una novela, publicada en 1831 y compuesta por once libros que se centra en la desdichada historia de Esmeralda —una gitana—, Quasimodo —un jorobado sordo—, y Claude Frollo —un archidiácono en el París del siglo XV.»2 Parece ser evidente que la palabra clave de dicho escrito, Esmeralda y “Notre Dame” es la desdicha, por no decir desgracia y sobre todo la “chapuza”, porque es evidente que en un mundo de la modernidad (siglo XXI) en el que el ser humano puede desplazarse a la luna que éste sea capaz de destruir tantas obras y esto sin culpa: la “chapuza” es la palabra clave.
Una «Nuestra Señora de París», un París del que no sólo
ha escrito Victor Hugo, sino incluso ha sido actividad de los pinceles del
valenciano «Equipo Crónica»3, -Rafael Solbes (1940-1981)
y Manolo Valdés (*1942)-, que recuerdan y rememoran a un pintor madrileño (con
raíces montañesas y cántabras), José Gutiérrez Solana (1886-1945), lo que hacen
glosando el autorretrato y retrato de este pintor en un lienzo que se titula «Solana
en París»4 [1974,
Colección Dobé, Monte Boré, Zurich -Suiza] (1):
Recordemos
que Solana visitó por primera vez la capital francesa en el año 19285 y expuso (sin éxito) en la sala parisina
«Bernheim-Jeune» del Faubourg Saint-Honoré, lo que justifica el topónimo
parisino del final de su título. En este lienzo puede contemplarse la efigie
del pintor, tal y exactamente como le vemos en su «Autorretrato con muñeca»6 (2):
A
la derecha de esta «Torre» y del «Autorretrato» de Solana hay un
«jamón de Serón»8, manjar que curiosamente proviene de otro
lienzo del mismo artista cántabro que se titula «Bodegón de la bota y los
jamones» [1928, Paradero desconocido] (4):
Un
«Solana en París» que lleva un escrito manuscrito en su parte superior
izquierda (desde nuestra visión) que expresa: «José Gutiérrez Solana, feroz
nacionalista, visita París acompañado de un jamón de Serón, talismán contra la
vanguardia».