Por Ángel Díaz Arenas
Salvador Dalí nació en Figueras (Cataluña) el miércoles
11 de mayo de 1904 y falleció en el mismo lugar a la edad de 85 años el
miércoles 23 de enero de 1989, es decir (a partir de 2017), hace 28 años.
Temporalidad que no es mucha, pero sí bastante para rendirle homenaje y echar
un vistazo hacia atrás y sobre todo aproximarnos a una de sus máximas obras,
aunque ésta no sea la más conocida de su haber artístico.
1. Obra
Nos referimos ni nada más ni nada menos al lienzo que se
titula “Primer cuadro estereoscópico, 6 pupilas, un espejo real y cuatro
espejos virtuales” [1972-1973, Sala de las Estereoscopias del Teatro-Museo
Dalí de Figueras]:
El título que ofrecemos más
arriba es con el que la crítica lo denomina normalmente. Sin embargo, su
verdadera designación es: “Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas
eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis
verdaderos espejos.”[1] Éste es un óleo sobre lienzo y sus medidas son 60,6 x 60,4 cm. Una
buena reproducción de él puede verse en el libro de Antonio Fernández Molina: Dalí.[2] El título mismo del cuadro representa ya un gran enigma aclaratorio,
de comprensión y de descodificación, porque el espectador únicamente ve cuatro
pupilas: dos de Gala[3] y dos de Dalí y éstas reflejadas en el espejo. De la misma manera que
sólo se contempla un espejo real, si puede hablarse de real, el reflejado en la
superficie del lienzo, es decir, lo que se denomina normalmente una «puestas en abismo»; recordemos lo que al respecto escribe André Gide en la
página 44 de su «Le blason en abyme»[4]:
J’aime assez qu’en une
oeuvre d’art, on retrouve ainsi transposé, à l’échelle des personnages, le
sujet même de cette oeuvre. Rien ne l’éclaire mieux et
n’établit plus sûrement toutes les proportions de l’ensemble. Ainsi, dans tels tableaux de Memling [(1430-1494) quien fue un un pintor gótico del siglo XV] ou de Quentin Metzys [(1466-1530), pintor flamenco
que fue el creador de la Escuela Pictórica de Antwerpen], un petit miroir convexe et sombre reflète, à son tour, l’intérieur
de la pièce où se joue la scène peinte. Ainsi dans le tableau des Ménines
de Velasquez [se alude al pintor español,
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 6.06.1509-Madrid, 6.08.1660) y a
su obra máxima: «Las Meninas» o «La Familia» (1656-1657)] (mais un peu différemment). (...). Aucun de ces exemples n’est
absolument juste. Ce qui le serait beaucoup plus, ce qui dirait mieux ce que
j’ai voulu dans mes Cahiers, dans mon Narcisse et dans la
Tentative, c’est la comparaison avec ce procédé du blason qui consiste,
dans le premier, à en mettre un second <en abyme>.
Sin embargo, tal vez convendría
tener en cuenta los cuatro marcos que encuadran la superficie del espejo real y
reflector. De todas maneras, el cuadro no deja de ser sumamente interesante y
representa la técnica del “espejo en el cuadro” o bien del “cuadro en el
espejo” de una manera sumamente original y perfecta. En él vemos, en 1) primer
plano a la izquierda (desde nuestra visión de espectadores), el “respaldo
de una silla y en ésta sentado al artista”
de quien sólo contemplamos la
espalda (“Dalí de espaldas”); cabeza con larga cabellera y calvicie
incipiente; su mano derecha sostiene un pincel y delante de él el
caballete con el lienzo en el que hay algo que está pintando. Está mirando el
espejo (aunque su posición y perspectiva no parecen permitirlo) en el que se
hallan reflejados el busto de la modelo (Gala) y el suyo mismo; las cabezas y
caras de ambos muestran cuatro ojos (como dicho y mostrado) que se están
observando, debido a que Gala mira fijamente en el espejo a los ojos de Dalí
que la devuelve la mirada con la misma intensidad. En 2) segundo plano,
más adelante y algo hacia la derecha, se observa también de espaldas a la
modelo sentada en una silla (“Gala de espaldas”):
Su rostro lo vemos en el
espejo, superficie rectangular y plateada donde se une al del pintor; ambos
están separados por el respaldo de la silla de ella y el caballete (visto por
detrás) del pintor. Y en 3) tercer plano vemos, colgado de una pared
azulada, el “espejo reflector y condensador de las imágenes”
que es al mismo tiempo espejo
e imagen pintada; éste refleja en tres planos sucesivos y progresivos hacia el
fondo: 1) a Gala, 2) al respaldo de su silla y al caballete y 3) a Dalí con el
pincel en su mano izquierda, aunque en realidad está pintando con la
derecha; éste es el trompe l’oeil de los espejos reflectores y
denunciadores en la pintura. Esto quiere decir que en este lienzo el espectador
observa una trinidad: 1) a Dalí (pintor), 2) a Gala (modelo) y 3) al espejo,
parte fragmentada y principal del cuadro (“cuadro en el cuadro”). Espejo este que
no deja la menor duda de que es utilitario, pero que al ser objeto
pintado se transforma en obra artística y, en el fondo, es un
autorretrato dual de Dalí y Gala (aunados para la eternidad). Este espejo tiene
como finalidad completar el lienzo y mostrar al espectador aquello que
objetivamente no puede ver si esto no viene reflejado en su superficie.
Particularmente la cara del pintor que, aunque representada en el espejo, se
halla fuera del lienzo, ya que éste para pintarse y pintar lo que ve tiene y debe
encontrarse a cierta distancia del motivo. Además que él ve incluso su propia
espalda y nuca, lo que ha tenido que hacerse con la ayuda de la imagen
fotográfica, introduciendo un 4) cuarto plano extralienzo y
extrapictórico: mundo real. Éstas son probablemente las otras dos pupilas que
no vemos. Sobre la documentación fotográfica que está a la base de la
producción de esta pintura véase la fotografía titulada “Dalí-Gala en la
ventana de Portligat”[5] [1970, Dalí-Lacroix-Gala: El privilegio de la intimidad] del
difunto fotógrafo parisino Marc Lacroix:
En la página 28 de este
escrito puede leerse:
Gala
vestida con un vestido de Dior que le da aspecto de sirena.
Antes
de empezar sus pinturas estereoscópicas, Dalí había declarado querer hacer un
retrato hiper-neto de Gala, donde pintaría cada día un punto, anunciando su
deseo de vender más caro que el más alto precio pagado por un cuadro, es decir
$5.544.000 en 1970[6], por el Retrato de Juan de Pareja de Velázquez.[7]
Esta fotografía extraordinaria
y plena de colorido muestra perfectamente el ambiente en el que Dalí pintará
más tarde su cuadro. La posición y colocación de los actantes es casi la misma.
Lo único que falta es el espejo que, en el fondo, pasa a ser en la obra
terminada el motivo principal. Sin embargo, la fotografía última y que
conducirá a la realización definitiva del cuadro de Dalí data del 5 de
noviembre de 1973 y se titula “Las ocho pupilas. Puesta en espacio”
[1973, Dalí-Lacroix-Gala: El privilegio de la intimidad] del mismo
fotógrafo:
[7] Sobre esta obra indica
Internet: «El “Retrato de Juan de Pareja” (1650) es uno de los más importantes
pintados por Diego Velázquez (1599-1660) y se encuentra en el Museo
Metropolitano de Arte de Nueva York. Velázquez retrata a Juan de Pareja de
medio perfil y con la cabeza ligeramente girada hacia el espectador al que mira
con fijeza. Viste con elegancia capa y valona con encajes de Flandes. La luz
incide directamente sobre la frente y se difunde con brillos broncíneos por la
tez morena. La figura se recorta nítidamente sobre el fondo neutro a pesar de
su reducida gama cromática, en la que dominan los verdes de distintas
intensidades. Podemos ver, y esto resulta curioso, un hombre muy altivo,
mirando de lado, con cierta soberbia para ser un esclavo. La mirada,
especialmente, refleja ese carácter altivo y serio. Velázquez, como ya ocurría
en sus retratos de bufones, es capaz de dotar de dignidad a los personajes que
por su profesión o condición, no la tienen, éste es un buen ejemplo, la
altanería, el porte, la mirada de este esclavo sorprenden por su buena
realización ya que no nos indica en ningún momento la condición social del
retratado. Fue subastado en 1971, alcanzando un récord de precio y pasó a ser
una de las joyas principales del museo de Nueva York».